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Alberto Moyano

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Luz al final de la entrepierna

Alberto Moyano

Puede que la tasa de natalidad en Estados Unidos esté cayendo en picado, pero la de renacidos crece sin parar. El último en abrazar la fe con el fervor de los conversos ha sido el antaño cotizado guionista de thrillers eróticos Joe Eszterhas.

Si en tiempos de nuestros padres el camino para alcanzar una vida de santidad pasaba por la abnegación, el sacrificio, la abstinencia y la contención, ahora la vía es la contraria. El camino más corto entre el ateísmo y la redención se llama sexo, drogas y rock&roll.

Esto explicaría el escepticismo religioso que invade a las masas que, inmersas en grises existencias, lejos de orgías y desenfrenos, disfrutan de un tedio vital que ya ha demostrado su alta fiabilidad como anticonceptivo a la hora de evitarse autoembarazos indeseados.

Al bueno de Eszterhas le diagnosticaron en 2001 un cáncer de garganta que le obligó a dejar el tabaco y el alcohol. Y a pesar de que no recurrió a un sacerdote, sino a un médico, cualquier intento de convencerle de que su curación se debe a la medicina resultaría un ejercicio estéril.

Dice Joe que un buen día, en pleno doble ‘mono’, “vio una luz brillante, deslumbrante, casi cegadora que me hizo cubrir mis ojos con las manos” -experiencia extrañamente similar a la que vivieron millones de espectadores frente al mítico cruce de piernas de Sharon Stone- que, en el caso del guionista, desembocó en arrepentimiento, confesión y eucaristías varias.

Lo extraño es que después de tan traumática experiencia, que en manos de Iker Jiménez daría para un ‘Cuarto Milencio’ especial, el guionista sostine que ya no le interesa “el lado oscuro de la vida”, sino la vida en familia. Como si fueran incompatibles.


septiembre 2008
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