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Alberto Moyano

El jukebox

Maldita alta cuna

Alberto Moyano


Es propensión natural de las clases acomodadas alumbrar en su seno un cierto número de almas sensibles que acaban por dar rienda suelta a su creatividad en los diferentes campos del arte, pero hay que reconocer que esta tendencia encuentra en Donostia su expresión más exacerbada.


De los Chillida a los Iglesias, pasando por una buena ristra de apellidos que no hace falta mencionar por cuanto están en la mente de todos, un porcentaje desmesurado de nuestros más excelsos artistas -de ayer y de hoy, de la música y de la pintura, del cine y de la fotografía-, procede de lo que se conoce como familias bien.


Que no hay nada como una desahogada situación económica de partida para atraer el influjo de las musas es algo de demuestra la desproporcionada presencia de futuros artistas en los anuarios y orlas de nuestros colegios francés, inglés y alemán.


Y si bien es cierto que nuestra ciudad adora y amamanta a todos sus prohombres por igual, no lo es menos que, como toda buen madre, siente especial predilección por los más díscolos, aquellos cuyo espíritu inquieto y juguetón ha conducido a deleitarse con placeres prohibidos y venenos varios.


Ahí tenemos los casos -por citar tan sólo un par-, del gran Ameztoy y del también enorme Zulueta, este último, entregado, desde hace décadas y en exclusiva, a la feliz tarea de cuidar y mimar sus álbumes infantiles. Y es que aquí, hasta para ser un artista maldito -o sobre todo para ser artista maldito-, es imprescindible un determinado estatus que, para qué engañarnos, tampoco está al alcance de cualquiera.


Dentro de unos días y con motivo del décimo aniversario de su muerte, Poch, el cantante de Derribos Arias, el chico más pálido de la playa de Gros y varias cosas más, será objeto de un sentido homenaje por parte de músicos y artistas en general.


De su raigambre y alcurnia da cuenta el hecho anecdótico pero ilustrativo de que Ignacio Gasca se apellidara de segundo Ajuria y, en efecto, fuera su familia la propietaria original del palacio que a día de hoy alberga a nuestro atribulado lehendakari. Todo lo cual, dicho sea de paso, no evitó que la mala fortuna se cebara con su vida.


septiembre 2008
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