Alberto Moyano
Dieciséis actuó este fin de semana en el Santuario de Lourdes y estuvo simplemente genial, como siempre. Y eso a pesar de que hubo algún desajuste en la elección del repertorio porque si el viernes, ante la extraña pareja formada por Nicolas y Carla Sarkozy, alertó contra los peligros del dinero como fuente de todos los pecados, ayer, en el lugar en el que la marca registrada Santuario de Lourdes factura 18 millones de euros al año, se dedicó a arremeter contra las uniones fuera del matrimonio católico.
Es casi tan extraño como si Joaquín Sabina olvidara interpretar en Las Ventas el ‘Pongamos que hablo de Madrid’ y lo tocase al día siguiente en el Palau Sant Jordi. No obstante, a pesar de la fama de ‘cortapedos’ que se ha ganado al desterrar del templo el estremecedor repertorio católico para guitarra y voz en favor de las misas en latín puro y duro, Dieciséis contó desde el principio con un público entregado en el que no faltaron los imprescindibles ‘kikos’, volcados durante toda la jornada en atacar sin piedad las composiciones de su líder y hasta el ‘porompompero’, bajo una inopinada pancarta en la que se leía “Gracias Dios por ser católico”.
Dieciséis pasó de puntillas por el asunto de las apariciones marianas y los milagros, a la vista quizás de que los datos son desalentadores: de doce millones de enfermos que han visitado el lugar a lo largo de estos 150 años, sólo 67 se han curado de una forma que la propia Iglesia considera inexplicable, es decir, un 0,0005%, seguramente, no muy alejado de las cifras de cualquier hospital.
Sea como fuere, está claro de Dieciséis es más partidario de reflexionar en la intimidad de sus aposentos que de las actuaciones en directo. Por decirlo en lenguaje musical, prefiere trabajar en el estudio antes que embarcarse en giras interminables. Ha reemplazado el ‘Never Ending Tour’ de su precedesor por las apariciones esporádicas en las que, todo hay que decirlo, tampoco es que lo dé todo. Al contrario: se muestra más bien frío y contenido, lo que, por otra parte, también tiene su encanto.