Alberto Moyano

Alberto Ruiz-Gallardón compareció anoche en el programa de TVE ‘Tengo una pregunta para usted’ ante cien ciudadanos entregados a la noble tarea de sacar a la luz a ese centrista que habita en su interior.

Más pitagorín que nunca, el alcalde de Madrid demostró su progresiva interiorización del exitoso papel de ‘PP de rostro humano’. En realidad, todo esto responde a un malentendido. Sus resultados electorales, puestos en comparación, demienten su supuesta transversalidad casi tanto como su propio discurso.

¿Por qué lo llaman centrismo cuando quieren decir pragmatismo? La fosa que separa a Ruiz-Gallardón del sector más fiero de su partido radica en el hecho de que, en su caso, todo lo que no sirve para ganar las elecciones se convierte en un estorbo. Así, fue el primero en advertir -concretamente, cuatro años antes que su jefe de filas- que el pensamiento friki aplicado a los atentados del 11-M ayudaría quizás a consolidar votos, pero no atraería ni uno nuevo.

La supuesta heterodoxia del dirigente madrileño responde en realidad a una de las más exitosas y ficticias construcciones de la personalidad que se han dado en la política española y este mérito, justo es reconocerlo, corresponde paradójicamente a ese grupo de comunicación sociata en el que está usted pensando.

De ahí la fama de submarino y quintacolumnista que adorna a don Ruiz-Gallardón. A partir de ahí, su habilidad para disfrazar las diferencias personales de discrepancias ideológicas ha sido asombrosa.

Sin embargo, cinco años después del inicio de la invasión de Irak, el hombre aún es capaz de defender en vivo y en directo la teoría de la intoxicación informativa: “No fue un error. Todo el mundo, y desde luego, toda Europa estaba convencida de que Sadam tenía armas de destrucción masiva. Si hubiéramos sabido entonces que no las tenía, hubiésemos actuado de otra forma. Luego no hubo error por nuestra parte”.

Seguramente, a este tipo de recreaciones virtuales se refería cuando invitó a un par de jóvenes a dar un paso adelante para sumarse a la tarea de transformar la realidad.