Alberto Moyano
Desayunamos con el desplome de la Bolsa de Tokio, almorzamos con el de la madrileña y cenamos con el de la neoyorquina. La sucesión de domingos y lunes negros ha sustituido el crack del 29 por el de las 12.29. La catacrock de ayer permite extraer algunas conclusiones:
1) Nada ilustra mejor el verso del ‘Macbeth’ de Shakespeare en torno a que “la vida un cuento narrado por un idiota, lleno de ruido y furia, que nada significa” como cualquier de las imágenes de corredores de Bolsa tomadas estos días en el parqué de Wall Street.
2) Tal y como dejó escrito Balzac, “detrás de toda gran fortuna se esconden uno o varios crímenes”. En el caso de Lehman Brothers, la fortuna del banco se levantó hace siglo y medio sobre las espaldas de los esclavos de las plantaciones de algodón de Alabama y se multiplicó posteriormente con la construcción del ferrocarril que santificó el robo de tierras a sus ocupantes originales, también llamados indios.
3) Es un lugar común señalar la política como uno de los posibles destinos para esa cantidad constante de inútiles que genera la demografía. Sin embargo, no hay que subestimar la capacidad de absorción del sector privado, especialista no sólo en cultivar con mino, sino tambén en promocionar con éxito a los titulares del pensamiento melón. El sistema no sólo es moralmente insolvente, sino también intelectualmente oligofrénico.
4) Baste como ejemplo el caso del citado y ya extinto Lehman Brothers, distinguido hace tan sólo unos meses con el premio que la revista ‘Fortune’ dedica a la entidad financiera más prestigiosa del mundo, a la vez que el consejero delegado del banco, Richard Fuld, era recompensado con 215 millones de euros por su brillante gestión al frente del mismo. La misma revista dedicará su próximo número a explicar con todo detalle por qué la bancarrota de Lehman era sólo cuestión de tiempo.
5) Está demostrado que es perfectamente posible un mundo en el que convivan las bolsas de pobreza más abyecta con las listas de espera en los concesionarios Ferrari. Eso sí, la situación hace imprescindibles el permanente incremento de gastos militares, en lo macro, y policiales, en lo micro. Además, se necesitarán generosas dosis de ideología de corte racista, xenófobo o lo que se quiera, que ayuden, sino a explicar, al menos sí a digerir tan flagrante injusticia.