Alberto Moyano
1) La adaptación cinematográfica de ‘El niño con el pijama de rayas’ ha pasado hoy por la Sección Oficial del certamen, aunque fuera de concurso. La cinta venía avalada por las buenas críticas de la prensa británica, algo sorprendente teniendo en cuenta las discretas cifras de ventas alcanzadas por el libro en ese país.
2) El director, Mark Herman, ayudado en el guión por el propio autor de la novela, John Boyne, ha tenido que pelear con un original que linda con lo grotesco, para levantar una historia que resulte mínimamente creíble. Y el esfuerzo se aprecia en la adaptación.
3) Para empezar, le quita un año de edad al protagonista, Bruno, porque todo es poco a la hora de hacer comprensible cómo puede tener tan pocas luces el niño. Además, se suprimen sus referencias ‘lenguadetrapo’, como llamar “el furias” al führer. También se borra del relato el capítulo en el que el mismísimo Hitler acude a cenar a la casa de los padres de Bruno, ante el riesgo cierto de que la escena provocara las carcajadas del respetable.
4) Por lo demás, el normal transcurrir de la trama obliga a retorcer la lógica, amartillear el sentido común y enviar al cubo de la basura la realidad histórica. En este campo de exterminio, no hay torres de vigilancia y cuando las hay, están ocupadas por invidentes; lo que fue hacinamiento ahora es disponibilidad de espacio y para más inri, las alambradas son de pichiglás hasta el punto de que la posibilidad de transitar de un lado a otro de la valla convierte en incomprensible la mera existencia de internos.
5) Producida por Miramax/Disney, la cinta evita escrupulosamente la exhibición de cadáveres -no deja de tener mérito en una historia situada en un campo de exterminio-, aunque lleva las imágenes más lejos de lo habitual en lo que se refiere a cámaras de gas.
6) Con todo y sin ser nada del otro jueves, la película se antoja más pudorosa que la novela en la exhibición de sus incongruencias. Para quienes nos temíamos lo peor, la sorpresa ha sido que lo peor no ha tenido lugar.