Alberto Moyano
“Hoy he tenido un sueño. Bueno, he tenido dos, pero el primero es impublicable, así que me centraré en el segundo. He soñado con un mundo en el que todo fluía en perfecta armonía y en el que el conflicto había desaparecido de nuestras vidas.
Un mundo en el que los Bunburys de la tierra no se veían obligados a recorrer librerías y bibliotecas en busca de nuevos poemas porque eran los propios poetas los que se encargaban de suministrarles sus propios escritos. Un mundo en el que la gente emprendedora como el presidente de la Real disponía de nutridos fondos a cuenta del club para cumplir su promesa de generar ingresos jugando en la Bolsa de Shangai (70% de pérdidas en el último año).
Un mundo en el que, ante la amenaza de ERE en la planta de Landaben, las familias no dudaban en adquirir su tercer coche. En el que el Gobierno te daba 1.200 euros por cada hijo que tuvieras y el doble por cada uno que no tuvieras, además de redondearte los 400 euros prometidos hasta llegar los 500, ingresándote un billete de esos que ninguno hemos visto pero que delatan su origen ‘negro’. Billete que, por supuesto, destinábamos de inmediato a la financiación de nuestro partido político favorito, cuyas acogedoras sedes y selectas tropas de ‘liberados’ obligaban hasta el momento a incurrir en ciertas irregularidades contables.
Un mundo en el que cada ciudadano dejaba atrás el egoísmo cortoplacista y no se limitaba a llevar sus ahorros a los bancos para que se los guardaran, sino para que éstos se los gastaran a discreción en lo que considerasen oportuno.
Un mundo en el que cada spot fraudulento emitido por televisión iría acompañado de su correspondiente SMS con la palabra ‘perdón’ enviado de forma individualizada a cada espectador (0,60 euros/mensaje). Un mundo feliz, en definitiva, en el que serían los consumidores se anunciaban por televisión y eran comprados por las grandes marcas -desde los fabricantes de coches hasta los de comida para perros, pasando por los de detergentes- a precios que oscilarían en función de varios factores.
Ni que decir tiene que he despertado con tiritona, palpitaciones, bañado en un mar de sudor e inmerso en un profundo desasosiego. Y he de decir que tan sólo la apertura al alza del índice Nikkei me ha devuelto la tranquilidad”.