Alberto Moyano
“La tasa delictiva vasca se sitúa casi cuarenta puntos por debajo de la
media estatal, con 56,75 delitos por cada mil habitantes frente a los
96,56 que se han registrado de media en el estado durante el último año”. Así lo ha anunciado con alborozo el Departamento de Interior del Gobierno Vasco.
Estos datos vienen a desmentir la extendida y subjetiva percepción ciudadana que apunta a que bandas de magrebíes y hordas de rumanos asolan nuestras calles a diario. De hecho, siempre según estos datos de la Memoria Fiscal, Gipuzkoa es la cuarta provincia con menos delincuencia, Álava, la úndécima y Vizcaya, la décimo cuarta, de un total de cincuenta.
Que todos estos datos están con seguridad estrechamente relacionados con el hecho de que aquí disfrutamos de una presencia policial que, en sus diversos cuerpos, alcanza la categoría de única en Europa es algo que nuestros gobernantes bien ignoran, bien prefieren soslayar.
Así pues, no situamos por el momento muy lejos de esas Sevilla (134,61 delitos por mil habitantes, Valencia (124,59) o Madrid (121,29). Y no sólo es una cuestión de cantidad, sino también de grado. Delincuentes, aquí, los tenemos para dar y tomar. Sucede, sin embargo, que nuestra sociedad es más flexible a la hora de desviar a los casos extremos de marginalidad hacia otros sectores de la actividad económica y no necesariamente en cargos públicos. Por cierto, un saludo a la banca.
Es más: el día en el que salgan las sentencias de los escándalos cuya instrucción ocupa actualmente a los fiscales -casos Guggenheim, Balenciaga, Hacienda de Irun- vamos a dar un salto adelante en las estadísticas que dejará pasmado a más de un estudioso de la materia. Al tiempo.