LOS SANTOS INOCENTES
Título original: Los santos inocentes
Año: 1984
Duración: 103 minutos
País: España
Dirección: Mario Camus
Guion: Mario Camus, Antonio Larreta y Manuel Matji (Novela: Miguel Delibes)
Música: Antón García Abril
Fotografía: Hans Burmann
Reparto: Alfredo Landa, Francisco Rabal, Juan Diego, Terele Pávez, Belén Ballesteros,Juan Sanchez, Ágata Lys, Agustín González, Manuel Zarzo, Mary Carrillo,José Guardiola y Maribel Martín
Productora: Ganesh
Género: Drama
Sinopsis: España franquista. Durante la década de los sesenta, una familia de campesinos vive miserablemente en un cortijo extremeño bajo la férula del terrateniente. Su vida es renuncia, sacrificio y y obediencia. Su destino está marcado, a no ser que algún acontecimiento imprevisto les permita romper sus cadenas. Adaptación de la novela homónima de Miguel Delibes. (FilmAffinity)
‘Los santos inocentes’ está considerada como una de las obras maestras del cine español. Una película que aborda temáticas como la vida rural, las clases sociales, la caza, la religión o la perspectiva de futuro. La película de Mario Camus disecciona como ninguna esa España rural durante la dictadura de Franco.
De lo mejor que tiene ‘Los santos inocentes’ es su valor de refrescar la memoria de la sociedad. En un momento donde la vida rural ha quedado olvidada, ahí está la España vacía, recordar que hace no tanto en el campo ocurrían las cosas que esta cinta retrata.
Vemos en ‘Los santos inocentes’ una España dividida en dos, qué raro, que por un lado domina con mano de hierro la vida rural (los señoritos). Por otro lado, donde la cinta pone más el ojo, los sirvientes, la clase más baja. Los señoritos tratan a estas personas como si fueran ganado, un animal más para arar el campo, como el perro que llevan los cazadores para recoger las piezas abatidas. A este nivel se movía la sociedad hace no tanto. Me gustaría pensar que esta sociedad déspota y totalitaria para con la gente del campo ha dejado de existir, aunque probablemente solo se haya transformado.
‘Los santos inocentes’ no es ningún prodigio audiovisual, ni lo pretende ser. Su valor no está en el cómo, está en el qué. Da igual la forma, la técnica o la banda sonora. Aquí lo que destaca es un guion armado a las mil maravillas y unas interpretaciones de quitarse el sombrero. ‘Los santos inocentes’ es una historia de personajes, de relaciones humanas. Una historia que se huele, se respira, se siente.
Muy interesante el paralelismo que se puede establecer entre el pájaro de Azarías (Francisco Rabal), “Milana, bonita” y el propio servicio. Se encuentran enjaulados, sin oportunidad de salir. Sus dueños les dan de comer y les proveen de un hogar, minúsculo y en unas condiciones deplorables. Los señoritos necesitan de la servidumbre para limpiar la casa, servir la comida, organizar y gobernar la finca y cazar, pero los tratan como escoria. Y cuando el pájaro echa a volar, en un pequeño momento de libertad, el señorito se encarga de disparar para que el pajarillo no vuelva a volar.
La servidumbre, encabezada por un enorme Alfredo Landa y una gran Terele Pávez, dicen a todo que sí, agachan la cabeza y sirven a sus señores en todo lo que haga falta. No cuestionan la autoridad, no cuestionan su situación, no oponen resistencia. Es como el animal dócil, entrenado para servir a un propósito, hasta que deja de ser útil, como les pasa a Azarías o Paco. En ese momento, Quirce (Juan Sánchez), toma el relevo de su padre para ir a cazar, pero este no muestra la servicialidad de su padre, no da las gracias, no acepta las migas de pan. Este hecho molesta profundamente al señorito Iván (Juan Diego), quien no se siente cómodo teniendo al lado a alguien que le hace ver que aquello es una imposición. Él busca un animal domesticado, pero el hijo no lo es.
Pero el verdadero inocente de la historia es Azarías (Francisco Rabal), quien desde la mirada de una persona con discapacidad psíquica. Es quien mejor congenia con Niña Chica, la hija menor de la familia y que padece una enfermedad. Es la mirada más infantil de la historia, la de un niño atrapado en el cuerpo de una persona mayor. Su don con las aves, a las que cuida con devoción, y el disparo de Iván, desatan el giro final. Solo una persona que no se ve enjaulada en esa prisión social donde vive esta familia, que no es consciente de la jaula, puede actuar de la manera en la que Azarías actúa con el señorito Iván.
Es curioso el efecto que ese giro final genera en el espectador. Por un lado el alivio, por otro la alegría, pero también el miedo y el temor. Las excelentes interpretaciones de Rabal, Landa o Diego nos llevan a que esta culminación la vivamos con el corazón en un puño. Ya nos hemos identificado con ellos, sentimos su causa, su dolor. Nos reconcome por dentro, porque esto, “Milana, bonita”, pasaba antes de ayer en España.
Lo mejor: Las interpretaciones son soberbias. Si hubieran existido los Premios Goya en aquella época habría arrasado en las categorías actorales.
Lo peor: No llegará a los que despotrican del cine español sin conocerlo.