Me asombra la manera tan ligera con la que algunos medios hablan del sector petrolero y de sus altamente cuestionables prácticas. Esta vez me refiero a un articulo en la ultima edición del Economist, que trata de cómo las empresas del sector llamado “oilfield services” (OFS, literalmente servicios para campos petrolíferos) están conquistando nuevas fronteras, por ejemplo en el Artico o Brasil, empujadas por los altos precios del barril y el temor de que el petróleo se acabe (cosa que ocurrirá, sin duda, algún día).
Las firmas que se dedican a los servicios OFS son menos conocidas que los grandes nombres del sector que las contratan, pero hacen “el trabajo duro” de encontrar el petróleo y extraerlo, además de ser enormemente lucrativas, explica la revista. Durante cuatro páginas (de ipad), The Economist explica las conquistas y los retos a los que se enfrentan, pero no dice ni una sola palabra sobre los riesgos en que incurren (véase lo que sucedió en el Golfo de México con BP), las muchas objeciones que existen para seguir apostando por un sector condenado a morir o el poco sentido que tiene seguir contribuyendo así al cambio climático. Cuando, además, existen alternativas que tienen sentido desde el punto de vista económico y medioambiental, como las energías renovables.
Me llama mucho la atención la cobertura incompleta que se hace muchas veces de éste y otros sectores relacionados. Es como si viviéramos en mundos diferentes, uno real y otro virtual, al margen de los recursos, de los daños colaterales, de los riesgos. A esta nota del Economist, aunque larga, le falta precisamente realidad.