La gestión del fracaso, es decir, el cómo se interpreta y se actúa, en la organización, cuando se dan este tipo de situaciones no deseadas es, sin duda, un elemento determinante en un contexto que persiga fomentar la innovación.
El desarrollo de una cultura organizativa innovadora tiene que incorporar una lectura inteligente de aquellos proyectos que no evolucionan como inicialmente estaba previsto.
En ningún caso queremos decir que dé igual fracasar o no, sino que la experiencia “fracasada” puede ser, con el enfoque adecuado, una fuente de aprendizaje muy importante. Debemos entender, especialmente cuando trabajamos en proyectos con grados importantes de incertidumbre, que habrá cosas que no nos salgan bien, que no logremos los objetivos en el grado planeado, o que no cubramos las expectativas iniciales generadas,…
Si bien la “tasa de éxitos” es importante, no lo es menos el “número de proyectos que se lanzan”,… Una de las preguntas clave para cualquier Equipo de Dirección sería: ¿qué se fomenta más, desde la cultura de la organización, el éxito, o la iniciativa?
Lógicamente, no se trata de elegir entre blanco o negro, pero debemos de tener cuidado sobre el mensaje que lanzamos a la organización. Si el éxito prevalece sobre cualquier otra circunstancia, es posible que la situación se caracterice por proyectos poco ambiciosos, muy “seguros”, con probabilidad de éxito alta, pero poco transformadores,…Por otro lado, el lanzamiento “alegre” de iniciativas, sin un mínimo de rigor en sus planteamientos, resultaría temerario y aseguraría, en poco tiempo, la desaparición de la organización.
Por lo tanto, como en todo este tipo de dilemas, conviene encontrar un punto de equilibrio coherente, y consistente, y que no tiene porque ser el punto medio,…Me refiero a que tenemos que traer a colación el término “gestión”. Efectivamente, la “gestión del fracaso” no comienza cuando éste ya se ha dado, comienza en el propio diseño del proyecto, continúa con el seguimiento del mismo, deriva, si fuera necesario, con la activación de los planes de contingencia correspondientes, y finaliza con la reflexión y aprendizaje sobre la experiencia vivida.
Resulta relevante, por tanto, preguntarse sobre cómo se trabajan estos cuatro aspectos en la organización (diseño – seguimiento – planes de contingencia – reflexión/aprendizaje):
En función de cuáles sean nuestras respuestas, eso determinará nuestro enfoque de gestión del fracaso y, por lo tanto, estaremos lanzando un determinado mensaje a las personas de la organización (valoramos el éxito; valoramos la iniciativa y la asunción de riesgos; buscamos proyectos ambiciosos y transformadores; buscamos proyectos seguros; es mejor no arriesgar; asumir riesgos compensa y nos permite aprender y progresar,…)
Para terminar esta breve reflexión sobre el “fracaso” y su “gestión”, una pequeña batería de cuestiones básicas, a modo de “protocolo de aprendizaje” ante el fracaso:
La respuesta concienzuda y valiente a estas preguntas puede convertir, una experiencia de “fracaso”, en una fuente de aprendizaje significativo, y en la antesala del próximo éxito.