La innovación, para cualquier tipo de organización, ya no es una opción, sino que es la única vía para seguir teniendo sentido en el mercado, sea este cual sea. Efectivamente, da igual de qué tipo de organización estemos hablando, en qué sector opere, sea grande o pequeña, con vocación internacional o local, del ámbito público o privado,… o es capaz de innovar y adaptarse a la realidad compleja en la que todos los actores están inmersos, o dejará de tener sentido su existencia. Esta realidad nos obliga a centrarnos en el importante reto de desarrollar la capacidad innovadora.
El desarrollo de la capacidad innovadora tiene que ver con el “re-diseño” organizativo necesario, con la generación del contexto (cultura innovadora) que favorezca el comportamiento innovador, y con el desarrollo de las competencias relacionadas con el flujo de la innovación (capacidad de observación, capacidad de análisis e interpretación, capacidad de diseño de iniciativas/proyectos y su gestión ágil, y con la capacidad de generación y explotación del valor generado).
Vemos, por tanto, que son tres los elementos sobre los que debemos actuar ante el ambicioso, pero necesario, proceso de transformación de una organización “tradicional”, a una organización “innovadora”, es decir, en una organización inteligente.
Inteligente, ya que el hecho de iniciar el citado proceso de transformación evidencia que se ha realizado una lectura inteligente sobre la situación actual, sobre lo que está pasando e, inteligente además, ya que va a requerir del aprovechamiento de la inteligencia y el talento de todas las personas que forman parte del proyecto organizativo, así como de aquel talento necesario que se encuentre “fuera” de los límites organizativos, y que sea accesible y necesario (innovación abierta) para citada transformación.
Las organizaciones inteligentes, en definitiva, son aquellas que tienen desarrollada la capacidad de transformación (cambio + sentido). Peter M. Senge en su obra titulada “La Quinta Disciplina”; indica que una organización de este tipo es aquella que posee información y conocimiento: está informada, es perceptiva y clara. Las viejas organizaciones jerárquicas, diseñadas para entonos estables y predecibles, deben ser reemplazadas por organizaciones inteligentes (sistemas auto-organizados, basados en el mercado, preocupados por generar valor, flexibles y abiertas, que gobiernan su futuro,…)
Estas organizaciones se benefician del potencial que tienen las personas que las conforman, personas formadas, informadas y comprometidas, que le encuentran sentido al reto organizativo, que lo interpretan y lo hacen suyo,…
A modo de resumen, es interesante la aportación de Gifford e Elizabeth Pinchot en su libro “La organización inteligente” en el que nos describen las características que tienen este tipo de organizaciones. Así, en una organización inteligente rigen los siguientes principios:
Son, por tanto, organizaciones inteligentes aquellas capaces de aprender permitiendo así expandir sus posibilidades de desarrollo. No basta con adaptarse y sobrevivir sino, y sobre todo, desarrollar la capacidad de crear, de innovar, de generar múltiples opciones,…