La red nos enseña, cada día, que compartir crea valor. Todos podemos aprender, crecer y desarrollarnos; crear, innovar, y dar sentido a nuestras vidas en redes globales basadas en la transparencia, la autenticidad y la confianza.
La esencia de esta nueva Era es la colaboración masiva. La interacción constante de los usuarios a través de los medios de comunicación social nos ha permitido alcanzar un nivel de conocimiento inimaginable en cualquier otro momento de la historia de la humanidad.
Estamos ante una transición disruptiva desde una Era Industrial, con un modelo de creación de valor basado en la producción masiva, hacia una era de la colaboración, donde el modelo esencial es la colaboración masiva. Cada día somos más conscientes de que vivimos en un mundo interconectado y que nuestro futuro no está solamente ligado a lo que ocurre en nuestro entorno cercano, sino a lo que ocurre en cualquier parte del planeta.
La red es una plataforma de colaboración que está permitiendo el nacimiento de nuevas estructuras sociales formadas por personas que colaboran de forma abierta y libre, sin jerarquías, desinteresadamente, en relaciones horizontales entre pares; que aprenden, crean y se desarrollan en red.
Estas estructuras sociales, que empiezan ya a permear a todo tipo de organizaciones, vienen de la mano de nuevos principios y reglas de juego. Tal y como señala Gary Hamel, en su blog Management 2.0, algunos de los principios y reglas son los siguientes:
Todas las ideas compiten en igualdad de condiciones y ganan terreno en función de sus méritos percibidos, no del poder formal de sus patrocinadores.
Nuestras organizaciones, conscientemente o no, han emprendido ya un viaje sin retorno, del que conocemos su punto de partida, pero del que no sabemos, en detalle, el punto de llegada. Quizás, por primera vez en la historia de la humanidad, las personas podemos agregar nuestras contribuciones personales alrededor de un propósito común para resolver desafíos muy superiores a nuestras capacidades individuales. Se trata, por lo tanto, de identificar aquellos desafíos en los que la colaboración puede generar valor.
Las personas, y no la tecnología, son la pieza más importante en la necesaria transformación de nuestras organizaciones. Son las personas, y sus capacidades en permanente desarrollo, las que podrán adaptarse a los cambios, gestionar la creciente complejidad, y conectar con el talento colectivo.
Contamos con las herramientas necesarias para desarrollar la colaboración y aprovechar la inteligencia colectiva. Las plataformas tecnologías se encuentran disponibles y operativas. A través de ellas, podemos construir organizaciones más transparentes y participativas, en las que la información fluya libremente en todas las direcciones. Utilizando las nuevas herramientas de colaboración, podemos construir un conocimiento compartido; podemos diseñar nuevos modelos de creación de valor para el cliente, el trabajador, y para la sociedad en general. La transparencia, la agilidad, la participación y la comunicación abierta conforman un entorno propicio para el talento y la creatividad.
Dadas las herramientas, lo único que necesitamos ahora es cambiar de visión; cambiar nuestra forma de pensar, de ver y de entender el mundo. Esto tiene mucho que ver con el liderazgo necesario ante la nueva realidad. Un liderazgo que tal y como nos señalan Jeff H Dyer, Hal B. Gregersen y Clayton M. Christensen, debe caracterizarse por las siguientes 5 habilidades clave:
Estas 5 habilidades son determinantes para el desarrollo de los Equipos Directivos de nuestras organizaciones, de cara a convertirlos en organizaciones inteligentes, en organizaciones que aprenden, con capacidad de adaptación permanente, con habilidad para diseñar respuestas con sentido para sus clientes y grupos de interés.
“La clave sobre los grandes problemas del mundo es que debemos tratar sobre ellos de forma colectiva. Y como no nos volvamos colectivamente más inteligentes, estamos condenados”
Douglas Engelbart. Inventor