El éxito puede ser la mayor trampa para una organización. Paradójicamente, cuando alcanzamos nuestras metas más ambiciosas, corremos el riesgo de caer en un estado de confort y autocomplacencia que debilita la estructura interna de la empresa. Este fenómeno, conocido en la gestión de la innovación como la “inflamación organizacional“, es el proceso en el que el crecimiento y el éxito generan excesos y rigidez. Estas consecuencias llevan inevitablemente a una caída en el rendimiento y, en algunos casos, al declive total de la organización.
Este ciclo de éxito, complacencia y declive es común en empresas que, tras haber logrado un cierto estatus, pierden la agudeza que inicialmente les permitió innovar y destacar. Pero ¿cómo podemos romper este ciclo? ¿Cómo podemos mantener una cultura organizacional dinámica, ágil y dispuesta a innovar, sin caer en la peligrosa trampa de la autocomplacencia?
El éxito es, sin duda, la recompensa de una estrategia bien ejecutada, pero también puede nublar la perspectiva. Muchas organizaciones, al experimentar un rápido crecimiento y reconocimiento, entran en una fase de laxitud que se caracteriza por los siguientes síntomas:
Este fenómeno es comparable a la inflamación corporal, donde una respuesta natural del organismo a un estímulo (el éxito en este caso) termina siendo exagerada, provocando más daño que beneficio. La organización se hincha, se ralentiza y finalmente, se vuelve incapaz de reaccionar de forma ágil a las demandas del entorno.
Romper el ciclo del éxito y la laxitud no es sencillo, pero existen estrategias claras que pueden ayudar a mantener a una organización en constante alerta, lista para adaptarse e innovar, sin importar cuán exitosos sean sus logros pasados.
Una organización que se conforma con su éxito actual es una organización destinada al estancamiento. Para evitar esto, es fundamental fomentar una cultura de insatisfacción constructiva, que consiste en celebrar los éxitos, pero inmediatamente buscar nuevas metas más desafiantes. Se trata de mantener una mentalidad de “siempre hay más por hacer”.
Ejemplo práctico: Apple, a pesar de ser una de las empresas más exitosas del mundo, continúa desafiándose constantemente a través de la innovación disruptiva. Nunca se conforma con el éxito de un solo producto, sino que mantiene su enfoque en las futuras tendencias tecnológicas.
Es esencial implantar mecanismos para fomentar la innovación de manera constante, sin esperar a que haya un problema o una crisis. Esto significa mantener equipos dedicados a la exploración de nuevas ideas y tecnologías, y ofrecer incentivos para el riesgo controlado. La innovación no es un proyecto a corto plazo; debe ser un proceso continuo.
Ejemplo práctico: Empresas como 3M y Google destinan tiempo y recursos para que sus empleados trabajen en proyectos personales que puedan traer nuevas soluciones al mercado, incluso si estos no tienen una aplicación inmediata. Este tipo de enfoque garantiza que la innovación esté siempre activa dentro de la organización.
El éxito no debe cegar a las organizaciones respecto a su desempeño real. Un sistema de métricas bien estructurado, que no solo mida los resultados financieros, sino también la eficiencia operativa, la satisfacción de los clientes y la capacidad de innovar, es esencial para mantenerse en la dirección correcta. Además, debe existir flexibilidad para ajustar estos indicadores en función de los cambios en el mercado o en la estrategia.
Ejemplo práctico: Netflix, que comenzó como un servicio de alquiler de DVDs, se transformó en líder del streaming global gracias a su capacidad para adaptar rápidamente su modelo de negocio, basándose en métricas claras y en la anticipación de nuevas demandas de los consumidores.
El tamaño y la estructura de la empresa no deben ser excusas para la inercia. Las grandes empresas pueden ser ágiles si se organizan en equipos pequeños y autónomos que trabajen con una mentalidad de startup. Este enfoque descentralizado facilita la toma de decisiones rápidas, lo que permite responder con mayor rapidez a las oportunidades o amenazas del mercado.
Ejemplo práctico: Amazon ha mantenido esta agilidad al estructurar sus equipos de trabajo en lo que llama “equipos de dos pizzas”: si no se puede alimentar al equipo con dos pizzas, es que es demasiado grande. Este enfoque fomenta la toma de decisiones rápidas y el pensamiento ágil.
Un líder inflado por el éxito puede ser el primer signo de que una organización se está acercando al declive. Los líderes deben mantenerse activos, implicados y, sobre todo, humildes. Un buen líder reconoce que el éxito es efímero y se prepara para los desafíos futuros, promoviendo una cultura donde la autocomplacencia no tiene cabida.
Ejemplo práctico: Satya Nadella, CEO de Microsoft, es un claro ejemplo de liderazgo humilde y activo. Bajo su dirección, Microsoft ha revivido su capacidad de innovación, adoptando nuevas tecnologías como la inteligencia artificial y la computación en la nube, después de haber pasado años en una posición estancada.
El éxito no es un destino; es un estado temporal que necesita ser gestionado con diligencia. Evitar la laxitud requiere un enfoque proactivo y una mentalidad de crecimiento constante, donde la autocomplacencia no tiene lugar.
Para evitar caer en la trampa de la laxitud organizacional, las empresas deben mantenerse fieles a los siguientes principios:
Estos principios pueden garantizar que una organización se mantenga alerta y capaz de enfrentar los desafíos futuros, en lugar de ser víctima de su propio éxito.
El éxito puede ser un arma de doble filo. Gestionar correctamente ese éxito es clave para no caer en la laxitud y el eventual declive. Implementar estrategias de innovación continua, fomentar la insatisfacción constructiva y mantener una estructura ágil permitirá a las organizaciones prosperar a largo plazo, sin importar cuán altos sean los picos alcanzados.