Todos nos levantamos por la mañana entre la pereza y la desgana, con cierta incertidumbre de qué nos deparará el día. ¿Tendré muchos problemas en el trabajo?, ¿recibiré malas caras de esa persona que me incomoda? Casi siempre tenemos pensamientos negativos que agudizan nuestro desánimo matinal. Algunas veces preferiríamos volvernos a meter en la cama y taparnos con la sábana porque no queremos saber nada del mundo…
Pero sí, no queda más remedio que levantarnos y asomarnos a la ventana de nuestra existencia. Vamos aseándonos, desayunando y realizando ciertas tareas casi automáticamente, no hay tiempo que parar…
Yo reivindico cierto espacio para parar, apenas 5 minutos. ¿Acaso no te dedicas más tiempo a elegir tu ropa o a remolonear en la cama? Ya verás, cómo este precioso tiempo de parón te cunde. ¿Y qué hago?
Ponte de pie, a solas contigo mismo, y levanta los brazos desde los lados juntando las manos arriba por encima de tu cabeza, haciendo un círculo cerrado. Luego vete bajando acariciando con las palmas de tus manos tu cara, pecho, estómago, y tu vientre. Hazlo 5 veces, despacio. Tienes tiempo en estos breves minutos…
Toma conciencia de que recibes el día con caricias hacia ti, sin prisas. Es un gesto de cariño hacia ti mismo, teniéndote en cuenta desde la mañana.
A la par que haces este movimiento, di internamente en silencio esta frase: “sí a la vida”. No hace falta que pienses en ella, sólo que creas en ella; lo que digas dilo de verdad, sinceramente.
Date cuenta de que ese “sí a la vida” es sí a todo lo que te depare el día, agradable o no tanto; que estás abierto a lo que surja dentro y fuera de ti, sin exclusión, aunque algo no te haga tanta gracia. Es una actitud positiva hacia ti mismo y hacia los demás.
Practicando este ejercicio diariamente, contribuyes a crear un mejor ambiente y a estar más en paz contigo mismo.
Seguiremos…
Belén Casado Mendiluce