En esta sociedad valoramos el ser capaz de afrontar los problemas luchando por encontrar soluciones a los mismos. Pensamos, analizamos la situación, pedimos consejo y nos esforzamos por conseguir nuestro objetivo.
Sin negar la validez de esta actitud, constatamos que, en ocasiones, no nos sirve. Tenemos buenos propósitos- más cariñosos, con menos prontos- que se renuevan cada 1 de Enero y que se quedan en el camino…
Y vivimos esforzándonos por mejorar: “tengo que cambiar porque no está bien el carácter que tengo”. Pero el esfuerzo con los sentimientos no suele funcionar, sino que consigue el efecto contrario, que se agudiza el malestar.
Empiezo a darme cuenta que me vivo tenso conmigo mismo, en guardia, a ver cuándo me va a volver a salir lo que con tanto esfuerzo quiero eliminar de mí. Y cuando vuelve a aparecer me frustro y me decepciono: ¡otra vez, no¡
Pues vamos a ir a favor de la corriente, como el río que fluye, no empujando en contra: ¡a quién se le ocurriría empujar el río!. El río fluye sólo.
Y para ello es importante la actitud interior de soltar, de rendirse, de constatar con humildad que no puedo hacer más de lo que hago.
Y no tiro la toalla porque sigo dándome cuenta que me hace daño ese mal carácter y no voy a decir: “soy así” o “es lo que hay”. Observo mi forma de hablar airada o mis prisas haciendo todo: me paro un poco más conmigo.
Rendirse, soltar o aflojarse es la actitud de quien tomando conciencia de sí mismo, se deja tranquilo, sin culpabilizaciones constantes, con la confianza de que, poco a poco, voy haciendo camino y mejorando.
Los objetivos son válidos en el mundo laboral o para resolver problemas concretos, pero no sirven con los sentimientos.
Rendirse es quien suelta amarras, deja de aferrarse o de correr tras algo, para pararse a descansar en el camino. Sin lucha interior, sin machaques hacia uno mismo, dejándonos en paz. Pero con la consciencia despierta.
Continuaremos…Belén Casado Mendiluce