La frase original procede del libro de Miguel Lorente Acosta : “Mi marido me pega lo normal” (Edt. Ares y Mares). En él se aborda el maltrato físico y aquí trataré del psicológico, presente siempre y más difícil de detectar que el anterior.
No es exclusivo de los hombres, ni mucho menos, pero suelen ser las mujeres quienes, por poseer una mayor riqueza afectiva que también les hace más vulnerables, las que más padecen las descalificaciones, los insultos e incluso la indiferencia. Porque sí, la indiferencia también es una forma de maltrato a la que, desgraciadamente, nos vamos acostumbrando.
Una se va acostumbrando a que tu pareja te deje de hablar o que se hable de lo que a él le interesa, a que sean habituales las descalificaciones hacia la familia de la mujer mientras que la de él permanece a salvo, que monte en cólera cuando no se hacen las cosas como él quiere y que, haciendo oir nuestra voz cuando decidimos quejarnos, nos haga sentirnos como la basura.
“He decidido invitar a una compañera de trabajo y a su hija a pasar 15 días con nosotros”- dice él. “Pero, oye, esa es una decisión que no puedes tomar sin contar conmigo”- replica ella. “Cuando tomo una decisión ya estoy pensando en ti”- sentencia él.
Son hombres que tienen la necesidad de controlar y de someter a la mujer a su voluntad y lo consiguen mediante la estrategia de socavar su autoestima, le hacen dudar de si misma:” tú en realidad no sabes lo que quieres, yo te conozco mejor a ti, tú tienes un problema porque no me aceptas como soy y no tengo por qué ser como tú”
Como la mujer tiende a escuchar, comprender y querer ponerse en la piel del otro, acaba por no saber dónde está la verdad, que igual ella está equivocada y es una egoísta por no aceptar al otro como es, piensa. Y en el entretanto, se acaba haciendo lo que dice él.
Suelo pensar que estos hombres son una especie de “encantadores de serpientes”. Te saben dar la justa ración de atención, te venden la imagen de que eres la mujer de su vida para… llevarte al huerto.
Y ellas, ayudadas por una mala educación religiosa que les ha enseñado el amor incondicional, confían en que su amor será el que cambie a su pareja porque, claro, el pobrecito ha sufrido mucho en la vida y no recibió en su infancia el amor que merecía de sus padres.
Así que va pasando el tiempo y cada vez supone un desgaste mayor enfrentarse a alguien tan manipulador, por lo que la mujer acaba, por la “paz y un avemaría”, tirando la toalla.
A esto hay que añadir un factor clave: el miedo, un miedo que paraliza y no te deja ser tú porque has acabado con la autoestima tan baja que ya no sabes quién eres.
Seguiremos….Belén Casado Mendiluce