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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

“Yo no soy tonto”

  


   Este no es un slogan de un conocido centro comercial, sino el sentimiento de personas que perciben cómo en las relaciones familiares les ven así, como tontos.
   Las familias tienden a encasillar a sus miembros: éste es el inteligente, aquel el “vivalavida”, ése el que no se entera de nada. Y es difícil salirse de estos esquemas, de resultas que uno mismo acaba amoldándose a ellos con el tiempo (“por lo menos tengo un lugar”) aunque haga intentos infructuosos por mostrarse de otra manera.
   Las familias sirven de unión…y también de anulación; la persona puede tener la sensación de no poder ser como es porque los demás le tienen delante pero no le ven como es en el presente, sino que le ven como le recuerdan, con la imagen que tienen de él.


 
   Así que el conocido fenómeno de la proyección que consiste en que nos quejamos de los demás porque no queremos reconocer eso mismo en nosotros, no siempre corresponde a la realidad. No es que nos neguemos a reconocer nuestros fallos y debilidades sino que la percepción de los demás de nosotros está distorsionada y el fallo no está en uno sino en el otro.


 
   Las relaciones familiares presumen de complejidad e incluso se estudia en psicología el fenómeno del “chivo expiatorio”, ese miembro que siempre asume las culpas de todos los demás. Pero prosigamos.


 
   Nadie en una familia tiene que demostrar a los demás que vale, que es buena persona, responsable, capaz, despierto, inteligente…¿Les suena esto? Cuanto más esfuerzos se hagan por demostrar nada, más rápido vuelve a caer uno en el papel de siempre. Los demás enseguida captan los intentos por salirse del guión establecido por la fuerza de la costumbre y recurren a estrategias incluso sibilinas: “si tú no eres así”, “¡vaya, así que eres menos tonto de lo que yo creía!”, “cómo se nota que hablas por boca de tu mujer”.


 
   Por tanto, no hay que forzarse a nada, ni siquiera a que me comprendan, a darles explicaciones ni hacerles ver mi cambio o cómo soy.
 
   Simplemente hay que estar muy consciente y atento en las relaciones familiares para no dejarse llevar por viejos hábitos y caer en automatismos (“como siempre he actuado así”, “he vuelto a hacerme la simpática sin darme cuenta”). Eso requiere tiempo y paciencia con uno mismo porque caeremos en las viejas actitudes unas cuantas veces…, no en vano hemos pasado gran parte de nuestra vida en esa familia.


 
   Sin embargo, es posible romper el círculo vicioso. Plantéate cómo quieres mostrarte en el próximo encuentro familiar ( hablando cuando te apetezca o diciendo lo que piensas, por ej.) , visualiza esa situación y a ti misma actuando y hablando con los demás. Te ayudará a preparar el encuentro de la manera más vívida posible y a hacer posible el cambio, a saber: mostrarte como a ti te apetezca con esas personas.


   Lo que tú elijas estará bien, pero hazlo conscientemente.

   Continuaremos…Belén Casado Mendiluce


Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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