Este es el primer paso necesario para fomentar el cambio interior.
Tomar conciencia de uno mismo es lo mismo que observar, prestar atención; ¿a qué?, a lo que siento en el cuerpo y a la vivencia de los sentimientos.
Por tanto, no se trata de hacer un análisis intelectual de lo que me ocurre (“esto me ocurre porque no soy capaz de controlarme”) sino de llevar una mirada a lo que siento y se me mueve en el cuerpo (“me siento con ira, no me siento tenido en cuenta”).
Atención: lo que siento es más fiable -me puedo fiar de él- que lo que pienso. Se acerca más a la realidad de lo que ocurre el sentimiento que el pensamiento. Cuántas veces nos hemos pillado pensando equivocadamente sobre algo o dándole una mala interpretación. No tengamos miedo de los sentimientos porque están ahí para ir a nuestro favor no en nuestra contra, siempre que les prestemos la debida atención, claro.
Obsérvate a ti mismo como quien contempla una película proyectada en la pantalla. Mira cómo te sientes incómodo cuando te hablan sin mirarte a la cara o cómo se te revuelven las tripas cuando te gritan. Escucha todo eso.
Y mira todo eso sin enjuiciarte ni culpabilizarte (“cómo he podido reaccionar así, soy una egoísta”). Los juicios y las culpas no te ayudan en el caminar sino que te lo llenan de piedras para que te tropieces.
¿Quién mejor que tú vas a saber lo que sientes? No dejes que nadie te diga que no deberías sentirte así porque tu hermano que vivió en la misma familia no se sintió como tú, por ej. Haz caso a lo que sientes, forma parte de ti y de tu historia. El sentimiento te pide que le escuches y le pongas el sello de “made in Irene”: tu sentimiento es tuyo y te pertenece. Saber lo que sientes es un paso imprescindible para construir una buena autoestima.
Date cuenta del presente, de lo que te surge aquí y ahora. Sin estar pendiente del pasado recordándolo ni proyectarte hacia el futuro con ansiedad. Céntrate en el momento presente, eso es lo único real.
No te preocupes si te pillas pensando en la faena que te hicieron o preocupada por cómo irá tu trabajo en el futuro. Después de darte cuenta de tu distracción vuelve a llevar tu atención a lo que estés haciendo ahora. Acuérdate: de la distracción a la atención tantas veces como haga falta.
No tienes que hacer nada con lo que sientes, no estás obligado a tomar ninguna decisión ni a reaccionar de ninguna manera. Lo único que necesitas es pararte a sentir. Nadie puede tomar conciencia de nada con prisas o con agitación. Nadie puede curar una herida si previamente no la miras y observas si es profunda o superficial en realidad y, así, una simple tirita la cura.
Por ello, para darte cuenta de cómo llegas estresada al trabajo necesitas mirar cómo caminas por la calle, toda deprisa y acelerada.
Cuando te paras a sentir, a observar tu cuerpo, éste te dice lo que necesita: andar más despacio, o hacer menos cosas cada día, o mirar a las personas con las que te cruzas.
Cuando te paras a sentir el cuerpo te guía sabiamente.
Caminaremos…Belén Casado Mendiluce