Este sentimiento tan natural y con el que no sabemos qué hacer, nos trae de cabeza. Que si es sano expresarla, que si no hay que reprimirla, pero que nos explota entre las manos y queremos pasarle la pelota al otro: “que hay que ver cómo te pones”, cuando por dentro estamos igual de sulfurados pero hacia dentro. Porque una cosa es controlar y otra reprimir. Que controlo cuando no quiero perder los estribos y sí sentirme mejor conmigo, que reprimo cuando no dejo salir nada ni ahora ni luego y me quedo con mal cuerpo dentro de mí. Por eso, “necesito expresarme para liberar lo que hay dentro de mí, oírme decir en voz alta lo que me pasa para así tomarme en cuenta e incluso sorprenderme, mientras hablo, de mis palabras. Y puedo darme cuenta de lo injustificado de mi rabia, de mi reacción infantil y me digo a mí misma que no debería estar así, que puedo ser más madura de lo que reflejo ahora. Pero no puedo evitar mi enfado, acaso se acrecienta más cuando me digo: “no debería…”. Y entonces me doy cuenta de que necesito CALLAR para dejar sentir y escuchar todo el torbellino de mi interior en vez de vomitar hacia fuera. Callar para dejar reposar y que cada cosa se coloque en su sitio, con tiempo, con distancia. Y mientras tanto, hablar de otras cosas como el tiempo y el plato de la cena, que para eso están las conversaciones intrascendentes, para aliviar y quitar hierro a la situación. Y en otros momentos, necesito sacar a tropel lo que bulle dentro de mí porque me ahogo y llevo tiempo necesitando poner palabras a un sentimiento repetido, sentido y real. Y aquí no importa dejar reposar nada porque lo primero es HABLAR, poner la primera palabra y dejar que todas las demás vayan en tropel, una detrás de otra y vaya por el camino ordenando las ideas y los sentimientos tanto tiempo guardados. Qué real es lo que siento, como el agua que bebo. Qué real mis sentimientos porque salen de mí y hablan de mí, y en el camino de expresarlos voy sabiendo cómo soy: quién mejor que yo sabré quién soy. Nadie puede decirme lo inadecuado de lo que siento como no es inadecuada la huella dactilar que siempre va con uno. Puedo oírte, contrastar mis sentimientos con tu mirada y darme cuenta si te miro desde mi interior o intento atravesarte con mi mirada, señal esto último de que no te estoy hablando desde mí. Entonces, si ocurre eso, dejemos de hablar y simplemente…abracémonos.”
Caminaremos…Belén Casado Mendiluze/belencasado@terra.es