Le dijo el Maestro al hombre de negocios: “Del mismo modo que el pez perece en tierra firme, así también pereces tú cuando te dejas enredar en el mundo. El pez necesita volver al agua…y tú necesitas volver a la soledad”
El hombre de negocios no salía de su asombro. “¿Debo, pues, renunciar a mis negocios e ingresar en un monasterio?”
“No, nada de eso. Sigue con tus negocios y entra en tu corazón”
Necesitamos escuchar las señales de nuestro cuerpo. Si nos sentimos agobiados con nuestro ritmo de vida, en el que no tenemos tiempo para parar y vivir con calma las cosas, busca un momento para estar a solas contigo mismo sin hacer nada.
Simplemente, siéntate o túmbate relajadamente y date unos minutos para observar el ritmo de tu respiración. Lleva la atención al movimiento de tu vientre cuando inspiras y espiras, como si eso fuera lo más importante en este momento. Date unos minutos para sentir tu cuerpo, como si por un momento pudieras detener el tiempo para ti.
Presta atención a las sensaciones de tu cuerpo en esos momentos. Puedes darte cuenta de que algunos problemas de tu día a día encuentran en ti un espacio con más tranquilidad y sosiego, un espacio interno donde reposar las cosas, sin tener que tomar ninguna decisión ni llegar a ninguna conclusión. Déjate estar ahí.
No te exiges nada: no necesitas demostrarte que eres capaz de afrontar una situación ni de tener entereza para no hundirte en el desánimo. Simplemente, puedes estar como te salga y como te pida el cuerpo. Puede ser que éste necesite llorar amargamente o expresar en voz alta -a solas- tu rabia por lo vivido. Date permiso.
Y cuando te das permiso para estar contigo mismo como surja, sin prisas y sin tener que llegar a ninguna parte, entonces, estás fluyendo como un río; no te resistes a nada desde ese fluir, y creas el mejor espacio posible para dejar que las cosas sean como SON.
Caminaremos…Belén Casado Mendiluze