Se pusieron a conversar el maestro y el discípulo, y éste le preguntó:
“¿Cómo alcanzaré la vida eterna?”
“Ya es la vida eterna. Entra en el presente”
“Pero si ya estoy en el presente…¿o no?”
“No”
“¿Por qué no?”
“Porque no has renunciado al pasado”
“¿Y por qué iba a renunciar a mi pasado? No todo el pasado es malo…”
“No hay que renunciar al pasado porque sea malo, sino porque está muerto”
¿Qué supone estar en el presente? Estar con los cinco sentidos en lo que tengo delante, en lo que toca ahora, ya sea limpiar la casa como planificar mejor mi economía. Es llevar mi atención a lo que estoy sin estar disperso.
Cuando nuestra mente vaga por recuerdos del pasado, ya sean negativos o positivos. Cuando nuestra mente se adelanta con deseos o miedos hacia el futuro, estamos en ambos casos evadiéndonos del presente, que es lo único REAL. El pasado ya no existe y el futuro tampoco porque no ha llegado aún.
Aprende de todas tus experiencias pasadas pero desde el AHORA; aplícalas a tu instante actual poniendo tu energía en lo que necesitas en este momento, ya sea hablar a alguien con asertividad como dejar pasar el tiempo sin tomar la iniciativa. Cada momento es distinto para ti y requiere respuestas diferentes.
En el cuento anterior, “la vida eterna” hace referencia a una actitud de fluir con lo que se presenta en la vida, estando lo mayor posible en el presente de cada instante. Esto es lo que nos proporciona mayor tranquilidad en el día a día, lo que contribuye a vivir con sentido y nos proporciona un sentimiento de alegría interior. Estamos desarrollando la consciencia que somos.
Deja de pensar y actúa. Ponte en movimiento -sin frenesí- y para cuando sientas que lo necesitas. Si tienes que pensar cómo actuar en una situación dada, piensa; pero luego deja tu pensamiento aparte y concéntrate en tu siguiente tarea. No se trata de hacer por hacer, sino de canalizar tu energía interior hacia tareas que te hacen sentirte útil o son necesarias para ti.
Es verdad que también existen actividades rutinarias que nos vemos obligados a realizar pero que nos aportan poco personalmente como, por ej., las tareas domésticas. Lo que nos hastía de esas tareas es, en realidad, realizarlas con el mismo nivel de conciencia; es decir, poco. Prueba a hacer lo rutinario con atención, sin pretender que te guste pero sin despotricar mientras lo haces.
Estar en el ahora es el mejor regalo que te puedes hacer. Pruébalo.
Caminaremos…Belén Casado Mendiluce