A veces nos empeñamos en que las cosas sean diferentes a como son, nos rebelamos contra lo que no nos gusta y lo queremos cambiar.
Que si esas personas no me llaman con la frecuencia que a mí me gustaría y yo insisto llamándoles para demostrar mi interés porque, lógicamente, me apetece estar con ellas. Que si considero que las cosas se tienen que hacer de una determinada manera, por ej., en la educación de los hijos, y no consigo que el otro cambie de actitud.
Nos han enseñado que a base de esfuerzo se puede conseguir lo que queremos, y esto puede servir para sacarse unas oposiciones -y aun así-, pero no cuando existen otras personas cuyas actitudes no podemos controlar. Quizás necesitamos “echar el freno de mano” y no hacer nada.
No significa que no nos protejamos para sufrir lo menos posible. Puede que tengamos que evitar tocar ciertos temas, compartir menos espacios (dejar de ir a las reuniones familiares que me descomponen) y dejar que cada uno se las componga como pueda y sabe… hasta donde quiera.
Podemos tener la actitud de conciliar posturas, tender puentes, favorecer la comunicación…y sigue sin dar resultado porque nada cambia.
Entonces, hay que cambiar de táctica. Dejar que las cosas sigan su curso porque la realidad es como es, aunque en el camino me duela estar parada, sintiendo la soledad con mayor consciencia que antes…
Hay que reorientar la mirada, dejar de estar pendiente de esas llamadas que nunca llegan y buscar por otro lado. Otras personas con las que poder contar, otras actividades con las que explayarnos y enriquecernos.
Y cuando no podamos disfrutar de la vida como a nosotros nos gustaría, permitámonos vivirla como estemos, sin más exigencia sobre nosotros mismos que dejarnos en paz con lo que hay.
La realidad, como el río, va por donde tiene que ir por mucho que yo empuje en sentido contrario. Pongámonos a favor de la corriente, no en contra de ella y observaremos que, como el agua, todo fluye mucho mejor.
Caminaremos…Belén Casado Mendiluze