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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

Responsabilidad

El maestro no se cansaba de repetir que la culpabilidad -toda culpabilidad- es un funesto sentimiento del que hay que huir como del mismísimo diablo.

“Pero ¿acaso no tenemos que odiar nuestros pecados?”, le preguntó un día un discípulo.

“Cuando te sientes culpable, no son tus pecados lo que odias, sino a ti mismo”

Reconocer nuestras faltas es una actitud necesaria cuando queremos darnos cuenta de nosotros mismos y no vivir fuera de la realidad. La culpa que nos paraliza y nos hace sentirnos miserables, no.

Claro que admitir delante del otro nuestro error no siempre es tarea fácil porque solemos ponernos a la defensiva cuando escuchamos un reproche. A nadie nos gusta que “nos canten las cuarenta”, pero cuando contratacamos generamos una espiral de agresividad que no conduce a nada.

Sería deseable poder decir lo que nos molesta del otro con la menor acritud posible: sin gritar, sin descalificar al otro -una cosa es: “me he sentido no tenida en cuenta por ti” y otra: “eres un grandísimo egoísta”- y centrándonos en el ahora sin sacar “trapos viejos”, dejando pasar cierto tiempo para no estar “calientes emocionalmente”. Pero vayamos con la culpa que nos ocupa.

Hay personas que no se perdonan a sí mismas errores del pasado, viviendo con un constante peso interior que sobrellevan como pueden. Esa culpa no es sana; sería como si cargásemos con una pesada mochila a nuestras espaldas y nuestro caminar se fuera haciendo más lento y dificultoso.

Existen otras personas que parecen que tuvieran que estar pidiendo perdón todo el rato, asumiendo las culpas de todo lo que los demás tuvieran a “bien” reprocharles. Su autoestima es un tanto endeble y les cuesta defender su punto de vista o aquello en lo que creen sin venirse abajo cuando les acusan. Esa tampoco es una culpa sana pues se ponen por debajo de otra persona y no al mismo nivel y con el mismo derecho a defender sus ideas.

A mí tampoco me gusta la palabra “culpa”, prefiero la de “responsabilidad”. Una responsabilidad sana es aquella que sirve para construir, tender puentes, acercamiento, cuando desde la humildad – que no el humillamiento- reconozco lo que nos podría haber unido más y no lo he hecho.

Y cuando no me sienta identificada con aquello que me reprochan, hacer valer lo que siento con convicción que no con afán de querer convencer a nadie. Lo he dicho en otra ocasión: ¿Quién mejor que yo va a saber cómo soy?

Caminaremos…Belén Casado Mendiluze

belencasado@terra.es

 

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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