Hay que transmitir aquello en lo que se cree aunque para ello no hace falta haber alcanzado la meta. Lo que importa es estar en el camino.
Todos hablamos desde ciertas ideas o principios en los que creemos. Conversamos con amigos sobre cómo mantener una amistad, educar a los hijos o encontrar una pareja. ¿Significa eso que hemos de alcanzar la perfección para sentirnos con autoridad moral para hablar? Pues claro que no.
Evidentemente, no vale decir a un hijo: “no fumes” cuando se saca delante de él un cigarrillo, pero la vida es mucho más compleja que un comportamiento tan simple y evidente como el fumar.
Estar en el camino es querer vivir con más consciencia de uno mismo y de la realidad que te rodea. Estar abierto a aprender a lo largo de la vida…
No se trata de dar lecciones de nada ni de pretender convencer a nadie como tampoco de considerarse en posesión de la verdad absoluta, pero no hay que renunciar a compartir aquello que puede hacer bien a los demás aunque sólo sea a una persona a la que le llegue el mensaje.
Los considerados “maestros espirituales” no son personas que han alcanzado la iluminación o la perfección en todas las áreas de su vida -tarea por otro lado imposible dada la imperfección humana- sino seres que son conscientes de sus limitaciones y saben por dónde mirar para desarrollar la consciencia interior. No siempre lo consiguen, pero están en el camino…
Es fácil caer en la crítica hacia la persona que comparte con vehemencia sus convicciones, buscamos “pillarle en falta” para así desmontarle sus argumentos, cuando nos olvidamos de que es una persona que también hace su trabajo interior. ¿O acaso nos creemos en jueces para dirimir la eficacia y el sentido de ese trabajo interior, la validez de su personalidad?
Por supuesto, que los que preconizan la austeridad y viven en la opulencia, tienen una contradicción flagrante entre lo que dicen y lo que hacen, pero ¿qué sabemos nosotros de algo que no es tan evidente como el camino que hace una persona por estar bien con ella misma y con los demás?
Transmitir desde la vivencia personal aquello en lo que se cree le hace al individuo estar más expuesto a la crítica, sobre todo si se habla del conocimiento interior. “El que quiera oír que oiga y al que no, se le deja en paz”.
Preocupémonos de estar nosotros en el camino, de tener nuestra propia búsqueda interior y de compartir con los otros lo que nos haya servido a nosotros mismos.
Seguiremos caminando…Belén Casado Mendiluze