He pensado en la necesidad de acercar las distancias físicas entre las personas. Que cuando nos encontramos con alguien en la calle hay individuos que se ponen a una distancia kilométrica de uno y otros que se te aproximan tanto que parece que te vas a quedar bizco mirándole.
Es verdad que cada persona tiene un espacio alrededor de uno que configura lo que se llama “espacio personal”. Es un espacio en el que nos sentimos sueltos y cómodos para relacionarnos con los demás. A veces, en una conversación, te acercas físicamente demasiado a alguien y este se aleja porque se siente invadido en su espacio. Otras, te sitúas a una distancia del oyente razonable y cómoda para ti, y el otro se te acerca porque esa distancia física se le antoja lejanía para él.
De cualquier manera, creo que sería bueno ejercitarse en la tarea de tocarse más. En mi trabajo, tengo por costumbre despedir a los clientes de mi consulta con un gesto cariñoso en su espalda. Hay personas que se sorprenden, y la mayoría agradecen el sentirse tocados con cariño.
¿Por qué tenemos prejuicios a tocar y ser tocados? Cuando un simple gesto como tocar el brazo a la otra persona mientras habla puede conseguir que nos sintamos más cerca de nuestro interlocutor.
Es lo que se llama la comunicación no verbal, que da igual o mayor información que la comunicación verbal. Cuántas veces no habremos observado cómo alguien nos dice, por ej., estar interesado en lo que le contamos y, sin embargo, no nos mira a la cara sino que su mirada se dirige a la ventana. La postura y el gesto corporal lo dicen todo sin utilizar palabras.
Sería interesante poner en práctica el contacto humano. Que cuando hablamos con un amigo y empatizamos con su preocupación, le mostremos nuestro afecto cogiéndole el brazo con nuestra mano. Que agradezcamos, con un breve toque en su hombro, la atención que nos ha prestado escuchándonos.
Cada uno puede saber qué contacto físico es el que procede, según cómo de próximos en el espacio estemos de esa persona y el grado de confianza que tengamos con ella. No se trata de resultar artificiales ni de forzar nada, pero no esperemos a que las cosas nos salgan naturales para probar nuevas actitudes o gestos.
Se trata de tocar sin miedo, breve pero sencillamente, acompañando nuestra mirada hacia el otro, lo que demuestra que tenemos en consideración a la otra persona aunque nuestra conversación sea escasa o no sepamos qué decirle.
Caminaremos…Belén Casado Mendiluze