¿No te ha pasado que reaccionas demasiado amablemente para lo que te gustaría? Te vas a un bar a tomar un “pintxo”, como no te atienden para pagar, decides irte a tomarlo a la terraza -“ya pagaré luego”-, y cuando estás a punto de comértelo, te ves a ti mismo volviendo a entrar al bar porque el dueño te ha llamado la atención y te pide que abones la consumición.
Más allá de malentendidos que todos tenemos, mi amiga y yo nos pusimos a conversar sobre nuestra excesiva buena disposición a querer agradar, a arreglar enseguida el entuerto, por nosotros que no quede el poner de nuestra parte lo que haga falta…cuando no hace falta.
¿Quién no se ha visto actuando así y luego, pasada la prisa y el acaloramiento, decirse uno mismo que es un tonto sin remedio? Pues eso nos pasó a nosotras, aunque nos dio pie a conversar de esto y lo otro.
Esto de agradar excesivamente me parece que lo tenemos metido hasta la médula, sobre todo las mujeres, y yo no me suelo quedar a gusto cuando así me comporto, más bien al contrario, que se me queda un regusto amargo conmigo misma.
¿Qué hacemos, nos preguntábamos? Si nos sale de manera automática, sin pensarlo ¿cómo lo vamos a cambiar? Parece tarea imposible. Entonces le propuse: “¿cómo te hubiera gustado reaccionar?” “Pues quedándome en el sitio y diciéndole que ya pasaría a pagar cuando terminase mi consumición”-me responde-.
Nos recordamos que aquello que te sale sin pensarlo, automáticamente, porque estás acostumbrada de mucho tiempo atrás a actuar así, no se puede cambiar de la noche a la mañana, por mucha fuerza de voluntad que tengas ni aunque hayas tomado conciencia de lo inconveniente de lo que haces.
Mi amiga y yo nos adelantamos en el tiempo y nos vimos reaccionando como nos gustaría, con tranquilidad pero con firmeza, y nos quedamos a gusto. Porque para la próxima vez, estamos algo más preparadas para “echar el freno de mano” y quedarnos sentadas en el sitio, más atentas a nosotras mismas que a agradar al vecino.
Así que cuando te pilles haciendo de “buena” -y eso no te gusta de ti- párate un momento a verte como realmente te gustaría estar, con todos los detalles. Tus palabras, tus gestos y, sobre todo, con la sensación de quedarte a gusto. Tu mente y tu cuerpo se están preparando para actuar de otra manera, más acorde contigo y con lo que quieres para ti.
La próxima vez puede que no cambies totalmente pero sí en algún gesto que antes no hacías, como en tardar más en levantarte para agradar. Valóralo y date tiempo. Un día te sorprenderás reaccionando como lo deseabas.
Caminamos…Belén Casado Mendiluze