“Te escribo esta carta para decirte que tú eres muy importante para mí. Me preocupa el que te sientas bien y a gusto en tu propia piel. Sé que no siempre es posible porque se aprende de la vida no sin cierto dolor y desgarro, pero me reconforta saber que buscas estar en cierta armonía interior y no quieres acostumbrarte ni a los conflictos ni a las tensiones. Has venido a esta vida a Vivir la Vida, no a sufrir pacientemente con una sonrisa en la boca.
Sé que, a veces, te machacas recordándote lo que no haces bien, lo que deberías hacer o lo que te falta por alcanzar, pero no le hagas caso, es esa voz tuya de la cabeza que no te deja descansar y que te bloquea con miedos y preocupaciones. Cuando salga, ten paciencia, no luches contra ella porque siempre tiene argumentos para convencerte de todo. No puede evitar salir. Concéntrate en lo que puedas, un libro, una música o, simplemente, haz algo físico para movilizar el cuerpo y no estar en la cabeza.
¡Cuántas cosas hemos vivido juntas! Y aún hoy te sorprendes de cómo has dado tantos cambios, tú que creías tener el camino trazado…Has experimentado en carne propia que la vida da muchas vueltas y pudiste seguir contigo misma sin perderte en el camino. Y aunque, en un momento dado, te perdieras, aunque no me sintieras, no te iba a dejar sola.
Sí, no estás sola, además de las personas que te quieren, me tienes a mí. Estoy dentro de ti, a veces, escondida, otras olvidada, pero siempre presente aunque no te des cuenta de mí. Porque yo sólo quiero salir a la luz y expresarme pero tú en ocasiones te enredas, te dispersas, pierdes el contacto conmigo y no me prestas atención. Soy lo mejor de ti misma, lo que te hace mejor persona, más humana, más comprensiva y cercana con los demás. Soy tu mejor yo. ¿Me conoces?
Yo estoy siempre contigo, pero te pediría que no me tengas en cuenta sólo cuando te encuentras mal, cuando me pides auxilio, consuelo o ayuda. Escúchame cada día un rato, siéntate en silencio conmigo a estar más cerca de mí. Para, aquiétate, porque con las prisas diarias no puedes sentirme.
Yo no te enjuicio ni te juzgo. Ni te culpo ni te endioso. Sólo te amo como eres. Y no puedo dejar de quererte aunque metas la pata una y otra vez. Estoy ahí. No me da igual como actúes, por eso te llamo a la puerta para que me hagas caso, te pares y me sientas; te dejo libertad para que me abras la puerta, si quieres. No te hacen falta discursos éticos ni obligaciones morales. Sólo que me escuches a mí, que estoy en ti y soy lo más tú mismo: EL AMOR.”
Caminamos…Belén Casado Mendiluze