Qué fácil es sentirse alegre cuando nos van bien las cosas, todo sale “a pedir de boca” o la vida nos sorprende con un dinero extra, pero la verdadera alegría está más allá de las circunstancias exteriores y, además, dura más que ellas.
Estar alegre está muy unido a tener un espíritu positivo ante la vida; no significa que se levante uno todas las mañanas “más contento que unas castañuelas” sino que durante el día valoras lo positivo (un compañero que te hace reír, un problema que sabes resolver, un paseo tranquilo de vuelta a casa…) que se te presenta ante tus ojos.
Siempre hay algo, aunque nos parezca poco importante, por lo que estar contento…y agradecido, diría yo. ¿No te agrada cuando hace buen tiempo y puedes disfrutar del sol calentando tu cuerpo mientras caminas hacia el trabajo?¿Acaso no te deja con buena sensación la sonrisa de tu hija pequeña al despertarse? Pero es tu actitud de tener abiertos los ojos ante lo obvio que tienes delante lo que te permite disfrutar de ello.
Todos tenemos ojos para mirar hacia un lado u otro, para fijarnos en lo que nos falta…o en lo que ya está presente. Todos podemos estar pendientes de lo siguiente que queremos conseguir y dejamos de lado lo que ya hemos conseguido considerándolo de poco valor (“total, lo hace cualquiera” – pero cualquiera no soy yo).
Porque yo hablo aquí de la alegría de ser como uno es, con las propias dificultades y limitaciones, la alegría de existir para poder mirar con mis propios ojos todo lo sencillo, nimio y, no por ello menos importante, que ocurre delante de mi. Todo lo que me hace sentirme bien y me deja con buen cuerpo merece que le preste atención, lo valore…y dé gracias por ello.
No nos olvidemos de que la alegría no consiste en demostrarse a uno mismo que se es capaz de sobrellevar las situaciones más duras: un maltrato de pareja, una enfermedad grave…La alegría nunca debe servir para tapar ningún otro sentimiento, como si se llevara una coraza para no sentir la tristeza o el dolor presente. Eso es un mecanismo de defensa, no una alegría sincera.
Estate alegre por poder valerte físicamente por ti misma, por ser capaz de ayudar a alguien con sus problemas, por estar ahí cuando te vienen mal dadas las cosas, por no enfadarte contigo misma cuando no sabes hacer algo, por levantarte una vez más después de haberte caído y por, simplemente, ser tú.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce