Aquel hombre volvía todos los años a hacer los retiros de meditación.
Y su profesor, que ya le conocía, le preguntó:
“Si todos los años doy lo mismo: ¿Para qué vienes otra vez?”
“Porque cuando salgo de aquí, con el tiempo, me voy olvidando de lo que he aprendido y necesito volver aquí para que me lo recuerdes” – respondió.
“¿De qué te sirve recordar lo que luego no puedes poner en práctica? ¿No es mejor que te dejes tranquilo y hagas lo que puedas? “- le dijo el profesor.
“¿Me estás diciendo que deje de venir y siga con mi vida de siempre?”- le preguntó el hombre sorprendido.
“Dime, querido amigo, ¿qué es lo que no te gusta de la vida que llevas? – le inquirió el profesor.
“No me gusta que siempre hago lo mismo: trabajar, llegar a casa agotado y desear que todo el mundo me deje tranquilo. Viniendo aquí me recuerdas que se puede vivir de otra manera: con paz en uno mismo – le dijo el hombre.
“Es mucho más fácil sentirse en paz en el silencio del monasterio. Pero sigues buscando fuera lo que tienes dentro de ti, por eso repites una y otra vez el mismo cursillo. Vete a tu casa, a tu vida diaria y déjate en paz – respondió el profesor.
El hombre no salía de su asombro. Pero escuchaba las palabras de su maestro: “déjate en paz……déjate en paz………déjate en paz” y algo resonó en su interior.
Volvió a su vida haciendo lo mismo de siempre. Pero empezó a no estar enfadado consigo mismo por la vida que llevaba, a dejarse en paz como le había dicho su profesor. Comenzó a estar mejor físicamente, a ver más cosas buenas en su vida y…se sintió en paz.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce