Acabo de leer un artículo del famoso escritor relatando su experiencia con la muerte y me he quedado impactada. Resulta que una buena amiga le obliga a que se haga una prueba de esfuerzo como parte de un chequeo médico. El, al principio, se muestra reticente porque, como dijo: “yo no soy hipocondríaco”. Pero he aquí que, realizada la prueba, el médico le sentencia que le quedan treinta días de vida ya que tiene dos arterias obstruidas.
Su cuerpo no le había dado ningún “toque de atención” ya que él no sentía nada preocupante. Así que, después de que se confirmara el diagnóstico con otros médicos, “me senté al lado de la muerte” como dijo él. Y, entonces, no se pregunta qué ha hecho mal en su vida sino: “¿cuánto he amado?”.
Esa es la pregunta crucial, llegando a sentir el fin de nuestra existencia, que uno debe hacerse y con cuya respuesta sabremos si nuestra vida ha tenido sentido o no. El amor no es sólo el que se da con entrega sino también el que se recibe con gozo. Si sólo das pero no sientes que recibes, eso no es amor, es servidumbre. Si has amado de verdad también te habrán querido, seguro.
Acuérdate: en esta vida no se trata de sobrevivir como se pueda, máxime con la crisis que nos está cayendo encima, sino de VIVIR. Se sobrevive cuando siempre estás pendiente del futuro con tus miedos al “qué pasará”. Se sobrevive cuando dejas de vivir con ilusión para seguir haciendo lo que se espera de ti. Se sobrevive cuando ya no esperas nada de la vida ni de ti. Pero VIVIR es, sobre todo, sentirse vivo para ser protagonista de la propia vida.
También con el amor y la vida tiene que ver la deliciosa película francesa: “El erizo”, de Mona Achache. Un derroche de sensibilidad e inteligencia, que recomiendo vivamente. Un ejemplo de que lo que importa no es cuánto se vive sino cómo se vive: dejando cerradas o abiertas las puertas interiores al amor.
Obviamente, Paulo Coelho no ha muerto. La operación de urgencia a la que se sometió reveló que tenía tres arterias bloqueadas. “Si muriese mañana, dejaría esta vida lleno de alegría”, nos dice. Y yo me alegro de que siga viviendo para regalarnos con su presencia.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce