Cuando has vivido situaciones dolorosas es normal que sientas miedo a que te vuelvan a suceder: relaciones de amistad o de pareja que no llegaron a buen puerto o se estropearon por el camino, te dejan con un regusto amargo que no desaparece tan fácilmente.
Pero hay historias de tu vida que salieron mal porque, quizás, tú no estabas preparado para darte cuenta y reaccionar. Puede que, entonces, te empeñaras en seguir con la relación por miedo a quedarte solo y tener que caminar apoyándote en tus propias fuerzas. Incluso puede que otras personas te aconsejaran que dejaras a esa pareja que te hacía daño, pero tú seguías ahí, al pie del cañón. “¿Por qué no me di cuenta?” -te preguntas ahora.
Porque no estabas preparado para ver, para despertar. Eres tú el que tiene que sentir la necesidad de reaccionar y salir del malestar en que te encuentras, por mucho que otros te lo quieran hacer ver. A pesar de que puedas contar tus penas a los demás para que te escuchen y comprendan, sólo tú tienes la llave para cerrar una relación o convertirla en una herida abierta…y sangrante.
No siempre resulta fácil que te des cuenta y no tiene sentido que te culpes por ello. Tus miedos e inseguridades pueden bloquearte y no ser consciente de ellos. Puede que te acostumbres a sufrir poniendo buena cara y te sientas orgulloso de todo el amor que tienes para dar a pesar de lo poco con lo que te conformas en recibir. Pero sigues sin querer ver el daño que te haces a ti mismo.
Sólo cuando tu sufrimiento te resulte insoportable, reaccionarás. Sólo tú tienes la medida de tu aguante, sólo tú sabes lo que ya no estás dispuesto a tolerar. Y entonces, despertarás, querrás abrir tus ojos, QUERRAS VER.
Si estás abierto a ver, confiarás en ti mismo, en lo que sientes, porque sabes que tienes la capacidad de hablar, reaccionar y defenderte. Puede que las personas cambien y no sean como tú las conociste, pero ahora sabes que tú tienes tu propio semáforo interior que te avisa cuando algo no va bien.
Si estás abierto a ver, harás caso a los sentimientos que no desaparecen de tu cuerpo, llamándote a la puerta para que les hagas caso. Sabrás que ya no puedes mirar para otro lado cuando te sigues sintiendo de una determinada manera porque quieres tenerte en cuenta y dar valor a lo que sientes.
Abrir los ojos al principio te puede resultar doloroso, como cuando una persona se ha acostumbrado a vivir en una habitación a oscuras y salir a la luz le deslumbra y le molesta. Pero descubrir que ya nadie tiene que ver por ti sino que eres tú quien sabe ver, te da una enorme fuerza y confianza en ti mismo.
Si estás abierto a ver estás preparado para VIVIR.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce