Lo que hace falta es que haya sinceridad entre los dos para estar juntos porque libremente se decide, por los motivos que sea, aunque no todos los motivos sirven lo mismo para llevar una relación a buen puerto, si eso es lo que queremos.
Puede ser que ella se sienta enamorada y él simplemente esté a gusto, y a la inversa. Eso se nota en una relación y tenemos que cerrar los ojos a la realidad para hacernos la ilusión de que el otro está por mí, cuando no es así.
De lo que se trata es de no llevarse a engaño, de no sufrir por lo que se desea y, sin embargo, se deja claro que no puede ser. Como cuando se dice: “estoy muy a gusto contigo, pero sólo como amigos”, y su pareja mantiene la esperanza de que acaben queriéndola con las mismas ganas que pone ella. Y sigue en la relación bien por no perder el contacto estrecho con la persona querida, bien por miedo inconsciente a quedarse solo y sin nada. Eso es sufrimiento inútil que no lleva a ninguna parte.
Todos tenemos nuestros miedos, y el que diga que no los tiene, miente como un bellaco o ni siquiera es consciente de ellos. Los miedos están presentes en muchas relaciones descompensadas, en las que uno da más o se implica más que el otro. Si los dos aceptamos “las reglas del juego” podemos evitarnos malentendidos y tensiones innecesarias, aunque soy de la opinión de que toda relación descompensada es “pan para hoy y hambre para mañana”, tarde o temprano saldrán a la luz nuestras diferencias en nuestras ganas de querer.
Seamos sinceros, cuantos menos desfases en una relación, mejor: si los dos estamos de acuerdo en compartir sólo los fines de semana o vernos también entre semana, si nos planteamos una convivencia o “cada uno en su casa y Dios en la de todos”, si preferimos ser “amigos con derecho a roce” sin mayor compromiso o si nos sentimos como compañeros de vida. Pero mejor, los dos a una, por favor.
No hace falta sentirse enamorado para estar en pareja, pero pienso que la pareja que progresa en intimidad, cuidado y apoyo mutuos necesita de unos sentimientos fuertes que les unan. Como la pareja va cambiando y evolucionando con el tiempo, hacen falta unas buenas bases sobre las que apoyarse: el amor que se alimenta y cuida cada día.
¿Y si, libremente, se decide compartir la pareja, mantener una relación abierta a otras personas? Pienso que si resulta difícil conocerse a uno mismo, más lo es conocer a mi pareja, por diferente a mí. Si, además, me involucro con otra tercera persona, me implicaré hasta un límite con cada una de ellas porque no es posible profundizar en intimidad, cuidado y apoyo con dos parejas a la vez.
No hay que querer de la misma manera: uno puede ser más afectuoso o más comunicativo que el otro, pero sí creo que hay que querer con las MISMAS GANAS, que cada uno las materializa a su manera, pero sintiendo desde dentro la ilusión de dar lo que se tiene y es.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce