En el Monasterio se había organizado un ciclo de conferencias al que los
discípulos acudían para debatir sobre la existencia de la vida después de
la muerte. Pero el Maestro, conocido por los silencios en los que podía
permanecer durante días, se había mantenido al margen.
Un monje del Monasterio, molesto por la actitud indiferente del Maestro hacia
las conferencias que se impartían, se acercó a él y le increpó:
-“No estás dando buen ejemplo con tu silencio y tu aislamiento. No estás
preparado para vivir en comunidad sino en un convento de clausura.”
El Maestro permaneció en silencio sin responder. Al cabo de los días, se
presentó en los debates de manera sorpresiva. Se sentó tranquilamente
mirando a los asistentes, y después de un largo silencio les lanzó una
pregunta:
-“Decidme cuál es la respuesta a la siguiente cuestión. ¿Cómo se oye el
Silencio?”
-“Callando, Maestro. -le respondió un discípulo.
-“Vosotros debatís con palabras queriendo encontrar respuestas a vuestras
dudas e inquietudes. Queréis entender en medio del ruido. Pero las
verdaderas respuestas están más allá de las palabras y los debates, sólo que
vuestra mente que no para de hablar es incapaz de encontrarlas. Dejad de
pensar y de debatir, dejad de hacer ruido, y se os aparecerá la respuesta”.
Y dicho esto, se levantó, saludó inclinando la cabeza ante los asistentes y se
marchó.
La mente tiene la facultad de pensar pero, mucho mayor, es su capacidad de no-pensar. Deja de dar vueltas a todo queriendo encontrar soluciones. Acalla tu mente y en el Silencio encontrarás la respuesta.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com