Aquella pareja discutían a menudo por las continuas obsesiones de ella. Su marido intentaba que ella
se diera cuenta de la inutilidad de darle tantas vueltas a las cosas pero, a pesar de todo, la mujer no
podía evitar seguir haciéndolo.
-“Tienes que dejar de obsesionarte por todo porque te cargas tú y me cargas a mí.” –le decía su
marido.
-“No comprendes cómo me siento y siempre me andas diciendo cómo tendría que estar” –le contestaba
su mujer.
El marido quería que ella hiciera algo por mejorar, pero cuanto más pretendía que ella cambiara más
nervioso se ponía él, así que decidió cambiar de actitud.
Un día, su mujer se puso a hablar repetitivamente de algo que le preocupaba. El le atendía en silencio
a lo que decía pero sin decirle nada. Al cabo de un rato la mujer, extrañada, le preguntó:
-“¿Por qué ahora no me dices lo que tengo que hacer, como otras veces?”
-“Porque prefiero que te sientas escuchada por mí. Te quiero como eres y ya no necesito que cambies
–le contestó el marido.
La mujer comenzó a sentirse más relajada al lado de su pareja. No se sentía con la obligación de tener
que cambiar para agradarle a su marido y empezó a ser más consciente de cómo se sentía cuando
algo le preocupaba. Resonaban en su corazón las palabras que le había dicho su marido:
“Te quiero…no necesito que cambies” Comenzó a tranquilizarse mientras hablaba, y entonces…casi sin
darse cuenta, cambió.
Los cambios deben darse sin presiones ni exigencias. El verdadero cambio surge desde uno mismo cuando la persona se siente comprendida como es.
Autora: Belén Casado Mendiluce
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com