Adrián le reprochaba a su Ana, su pareja, el que le decía las cosas a “toro
pasado” y no en el momento, cuando ocurrían.
-“¿No puedes dejar de callarte, como si no pasara nada, y soltarme a los días
algo de lo que ni siquiera me acuerdo?” –le comenta Adrián.
-“Es que en el momento no se me ocurre qué decir o es luego cuando me
siento mal por lo que ha pasado” –le contesta Ana.
-“Pues si no me lo dices en el momento, prefiero que no me digas nada porque
ya ha pasado la historia, y no tiene sentido que me “saques trapos viejos” –le
dijo Adrián.
-“Mira, Adrián. ¿Preferirías no comer nada porque no sabes cómo te va a
sentar? Tú también después de haber comido algo, cuando estás haciendo la
digestión, es cuando te das cuenta de si te ha sentado bien o no lo que
comiste, si te ha dado una digestión pesada o, por el contrario, te sientes bien.
De la misma forma, yo dejo sentir las cosas que me ocurren hasta que en mi
cuerpo tengo la sensación clara de bienestar o malestar, y es entonces cuando
lo comparto contigo. No pretendas que no te diga nada si no es en el momento
porque me impedirías que sintiera lo que me ocurre, como a ti te impediría
hacer la digestión de lo que comes” –le respondió Ana.
Adrián se quedó escuchando lo que le dijo Ana y entendió que cada uno tiene
su ritmo para decir las cosas, que no se puede forzar. Si él era de digestiones
lentas que le impedían hacer esfuerzos después de comer, ella necesitaba
reposar las cosas en su interior para sentirlas y reaccionar.
Autora: Belén Casado Mendiluce
*Con motivo de las vacaciones de Verano, nos volveremos a encontrar el Lunes 19 de Agosto. Que descanséis y volváis con energías. Un abrazo a todos.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com