Hay tantos lugares hermosos en el mundo, ciudades y paisajes que habitan las personas, que nunca tendré tiempo para verlos todos. Pero casi prefiero que sea así. Casi prefiero no dejarme llevar por el afán adquisitivo de acumular nuevas experiencias, nuevos viajes que “enriquezcan” mi vida.
No siento necesidad de conocer la última maravilla de un país lejano ni la cultura milenaria que haga relativizar mis prejuicios occidentales. Sigo teniendo capacidad de asombrarme y maravillarme con la belleza, pero ésta siento que está mucho más cercana que el viaje que se me exige hacer para verla.
Todo está aquí, a la vuelta de la esquina, cerca de mi casa. La belleza está en un sencillo paisaje de la naturaleza, no un paisaje que te extasíe y te deje con la boca abierta, sino el paisaje cercano tantas veces repetido pero no menos significativo: los senderos del bosque, los árboles que perfilan el camino, el riachuelo que humedece y refresca mis pies cansados, el silencio que me hace sentir una sonoridad a la que mis oídos no estaban acostumbrados.
Ese es el viaje de mi vida. El que puedo hacer cada fin de semana cuando me escapo al monte y camino entre la naturaleza, el silencio y la paz. Aparentemente no hay novedad porque repito muchos de los caminos por los que ando pero, sin embargo, siento que cada vez es diferente.
Unas veces puedo contemplar y deleitarme con el paisaje a mi alrededor mientras paseo, otras solo puedo ser consciente de la rumia mental que me impide, simplemente, mirar. Unas veces puedo estar en silencio, sin hablar, acompañando el silencio ambiental con mi presencia silenciosa. Otras, necesito desahogarme y expresar con palabras los dolores que se me quedaron guardados durante la semana.
Todo está aquí cerca… aquí al lado. Porque la naturaleza que contemplo me es suficiente para enriquecerme, para llenarme del silencio que permanece y se asienta dentro de mí. Porque la naturaleza también me ayuda a liberarme de lo que necesite expresar y sacar al exterior.
Ya no creo en el viaje hacia fuera en el que haya que moverse…sino en el viaje hacia dentro en el que pueda parar. Todos tenemos la posibilidad de hacer un viaje al interior de uno mismo. Un viaje lleno de novedades porque siempre nos sentimos de manera diferente y un viaje en el que no necesitas depender de estímulos externos para estar bien porque sólo necesitas apoyarte en lo que surge en tu interior.
Este es…el viaje de mi vida.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce