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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

Como la vida misma. Quéjate y no aguantes

 

Ana llevaba tiempo sintiéndose tensa y sin saber cómo reaccionar. Estaba a gusto con su pareja, sabía que la convivencia entre ellos resultaba agradable y tranquila, pero él tenía un punto que a Ana le llevaba los demonios, y no lo podía evitar.

A Jorge le daba, a veces, por hacerse el gracioso, sacar una voz de “teleñeco” cuando se levantaban de la cama o estaban cariñosos entre ellos, una vocecita aflautada que a Ana no le hacía ninguna gracia.

Ana sabía que eso no era algo importante en la relación, problemas mayores existen, se decía, pero no podía evitar sentir rechazo hacia Jorge cuando le oía hablar de esa manera infantil. Por más que lo intentaba, Ana no podía cambiar el “chip” para que no le importara la dichosa voz. Incluso empezó a pensar si no sería que se estaba desenamorando de Jorge.

No quería llamarle la atención a Jorge sobre su papel de payaso, porque le parecía que se estaba convirtiendo en una intolerante que daba importancia a tonterías, pero conforme pasaba el tiempo, Ana tenía la sensación de que aguantaba un día sí y otro también.

Así que un día ocurrió lo que tenía que ocurrir. Jorge se despertó por la mañana y se dirigió a Ana con su vocecita de costumbre, y esta reaccionó automáticamente, de malas maneras: -“¡Deja ya de hablarme como un teleñeco, no lo soporto!”

A Jorge la reacción de Ana le sentó muy mal, lógicamente. Le pareció que Ana pretendía hacerle cambiar de forma de ser cuando, en realidad,  no le estaba tratando de mala manera a ella.

Tuvieron una fuerte discusión, con reproches mutuos, en la que se dijeron cosas que no sentían porque los dos estaban fuera de sí. Tanto uno como otro eran personas muy sensibles al rechazo que no llevaban bien los enfrentamientos.

Ana se había quedado con mal cuerpo. No quería que Jorge cambiara sólo porque a ella le molestara su forma de ser. Y no quería que se acabaran convirtiendo en esas parejas que se reprochaban cosas constantemente.

No sabía cómo actuar. Así que se puso a escribir en su diario para desahogarse  y dejarse llevar por las palabras que fueran surgiendo sobre el papel; sabía que, otras veces, escribir en su diario le había ayudado a darse cuenta de algo que le había hecho sentirse mejor.

Ahí estaba. Ahora lo veía. Después de escribir en el diario se había dado cuenta de que ella sentía que aguantaba… y mucho, y que eso no era bueno para ella ni para la relación. No quería quejarse, no quería molestar, no quería resultar intolerante…pero estaba tapando un malestar que sentía.

Así que le dijo a Jorge que, de la misma manera, que él tenía derecho a sacar la voz de “teleñeco” si le apetecía, ella también tenía derecho a decirle cómo se sentía, que no le apetecía que en ese momento le hablase así. Ana quería sentirse con la libertad de decirle a Jorge lo que sentía y no aguantar por miedo a molestar.

Desde entonces, las cosas entre ellos han cambiado. Ana se siente más suelta y libre para decirle a Jorge lo que necesita, que en un momento dado prefiere no escuchar esa voz y Jorge, con el tiempo, va sacando menos la voz de “teleñeco”…porque, por sí mismo, lo prefiere así.

 

Caminamos…Belén Casado Mendiluce

belencasadomendiluce@gmail.com

www.psicologiapersonalizante.com

 

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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