Este es un post para aprender a fluir, a ir con el devenir de las cosas que no podemos cambiar, a no resistir para pretender cambiar lo que no se puede cambiar y también para aprender a marcharse y romper cuando no queda otra salida.
Hay que tener una cosa clara desde el principio: nada de lo que tú hagas puede provocar el cambio deseado en la otra persona, salvo que esta persona quiera, claro está.
Si crees que por ser cariñoso, comprensivo y estar siempre atento a las necesidades del otro, este te va a tratar con la consideración que mereces o va a cambiar de ser la persona egoísta que es a alguien que ha cambiado por la fuerza de tu amor, te equivocas de medio a medio.
Nadie cambia si no está abierto a ello, si no tiene la mínima actitud de considerar que puede estar equivocado y, por tanto, tenga que reconocer sus errores. Nadie cambia por los demás, por mucho que estos amen de manera desprendida y generosa a la persona en cuestión.
Por eso, céntrate en ti en vez de pretender que tu vida gire en torno a conseguir que la otra persona cambie o sea mejor persona de lo que es. Céntrate en ver cuáles son tus necesidades y si son importantes para ti, como tener afecto, cuidado y respeto, no pretendas que te las de quien no puede.
Aprender a fluir no es confórmate con migajas, adaptarte a la situación como quien ya no espera nada de la vida, creer que tu amor os llena a los dos, como quien dando un abrazo efusivo se crea la falsa ilusión de que el otro también le ha abrazado cuando, simplemente, se ha dejado hacer.
Fluye con la vida para actuar no en función de nadie sino de ti mismo. Fluye aunque tengas miedo porque nadie rompe con cadenas si no es con miedo a sentirse desprotegido. No se puede pretender actuar desde la claridad de mente y espíritu cuando la ruptura nos hace sentirnos vulnerables y con miedo.
Sé consciente de que, mientras das los pasos hacia tu liberación, el miedo te acompaña en el camino. No importa, el miedo no es tu enemigo aunque no sea el amigo cómodo que te gustaría. Déjale al miedo ir a tu lado, dale la mano cuando sales a la calle a hacer tus tareas del día a día, no tengas miedo de él. Es como el niño que se ha cogido una rabieta y tú tienes que llevártelo a casa porque no le puedes dejar tirado en la calle.
Fluye, tú no puedes forzar nada, ni hacer que amanezca ni cambiar a nadie…más que a ti mismo. Inténtalo.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com
www.psicologiapersonalizante.com
*Con motivo de las vacaciones de Semana Santa, volveré a publicar a mediados de Abril. ¡Feliz descanso a todos!