Me voy a parar delante del ordenador y, simplemente, me voy a dejar sentir. Escucho lo que mi cuerpo quiera decirme, estoy alerta a que mis sentimientos me llamen a la puerta para que les escuche.
No siempre los sentimientos se hacen presentes de una manera agradable. Puede que tras el libro que estoy leyendo, me haga más consciente de una inercia de pensamientos negativos a los que me había acostumbrado sin dar importancia y que me hacían sentirme mal.
Como me suelo decir, no somos sólo lo que pensamos ni sólo lo que sentimos en un momento dado, porque no tenemos que identificarnos con todo lo que surge de nuestra cabeza. Pero cuando los pensamientos son reiterativos y negativos, tengo que prestar atención a algo que me hace daño.
Parece tarea imposible pretender dejar de pensar, como si uno tuviera que hacer un esfuerzo titánico contra su propia mente. No voy por ahí, no quiero luchar contra mí misma añadiendo más tensión a mi interior.
Más bien, he tomado más conciencia de que mis pensamientos no pueden ir en cualquier dirección. Que, por supuesto, yo no me creo todo lo que pienso, pero que necesito algo más: no fomentar unos pensamientos que acaban por utilizarme. Es uno el que tiene que tener la mente a su servicio y no tener la sensación de que es la propia mente la que te utiliza a ti.
Procuro hacer todos los días meditación para cultivar un espacio silencioso en mi interior; lo siento tan necesario como el desayuno de la mañana. Pero ahora soy más consciente de que, además, no puedo dejarme llevar por una inercia de pensamientos que me desgastan.
¿Qué voy a hacer? Es probable que esos pensamientos sigan viniendo a mi cabeza porque se presentan cuando ellos quieren sin previo aviso. Pero, si antes los toleraba y hasta les daba de comer, ahora prefiero, con tranquilidad, llevar mi atención, en ese momento que estoy pensando, a otra cosa más constructiva.
Prefiero, cuando observo al intruso de mi casa, llevar mi atención a la conversación que estoy sosteniendo, o a los niños que juegan en el parque y apartar, así, de mi consciencia, la negatividad de mi mente.
Ya no me interesa indagar el porqué de mis propios pensamientos negativos, el origen que se puede remontar a experiencias lejanas en el tiempo. Prefiero, en el aquí y ahora, convertir mi mente en mi aliada para que sea ella la que esté a mi servicio y no yo al servicio de ella.
Caminamos… Belén Casado Mendiluce
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