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Belén Casado Mendiluce

La psicóloga en casa

¿Te arrepientes de haber sido madre?

 

Esta es la pregunta que se suscita en el polémico libro de la socióloga israelí Orna Donath: “Madres arrepentidas”. Y con ella llegó el escándalo.

Su libro se ha basado en un testimonio de 23 mujeres de diferentes edades, que sintiendo que adoran a sus hijos, también sienten que ahora, sabiendo lo que la maternidad significa, no tomarían la decisión de ser madres.

Mi propia reflexión es de comprensión aunque sea porque yo también soy madre de dos hijas. Pero se está tocando un tema tabú del que parece que salimos mal paradas si reconocemos que la maternidad no es lo que nos han vendido: una experiencia maravillosa de por vida.

Es importante reconocer los sentimientos de frustración que genera la maternidad. Como bien dice Orna Donath: “Ser madre es una manera de estar en el mundo; aunque los hijos se independicen, siempre los tienes en la cabeza”.

Y la frustración existe; los hijos no son culpables de ella, pero ser madre es una actitud ante la vida de la cual, muchas veces, no se sale indemne. Yo no quiero renunciar a mis hijas, pero el desgaste que se puede experimentar en el camino, no es algo de lo que se suele hablar, porque se supone que una madre lo da todo por sus hijos. No sé yo si eso tiene que ser así.

Creo que el amor incondicional, de existir, es más patente en la relación entre una  madre y su hijo. Haga lo que haga el hijo, siempre la madre tendrá la puerta abierta a él, siempre será su hijo, para bien o para mal. Pero ese amor incondicional no ayuda, ni a la madre ni al hijo, porque nos coarta para poner los necesarios límites a nuestra relación.

Creo que toda madre tiene un miedo cerval y primitivo: el miedo a que su hij@ le retire el cariño. Es como si al dejarnos de querer atacaran nuestras propias entrañas, nuestra identidad como madres, una identidad fuertemente arraigada en nosotras. Y de ese miedo no solemos ser muy conscientes pero actúa en nosotras casi sin que nos demos cuenta, por ser inconsciente.

Y es por ese miedo que hacemos, muchas veces, lo que sea para asegurarnos el cariño de nuestro hijo, como dar la razón y disculparnos ante los reproches de nuestro hijo, aunque sepamos que no encajan con cómo nos sentimos. Lo he comprobado. Esta situación genera frustración en la madre por no tenerse en cuenta a sí misma y por no poner límites al reproche ajeno.

De la misma manera que a todas las parejas, en un momento u otro de la relación, se les pasa por la cabeza la idea de la separación, tampoco debería escandalizarnos que una madre pueda pensar en coger un tren, desaparecer y salir de una situación familiar que le produce agobio. Somos humanos.

Buen tema que has sacado, Orna Donath, porque nadie se atreve a hablar de los hijos si no es para adorarlos, idealizarlos y darlo todo por ellos. ¿Y quién va a hablar  de los inevitables sentimientos de frustración que eso genera en las madres? Gracias, Orna, por haberlo conseguido.

 

Caminamos…Belén Casado Mendiluce

belencasadomendiluce@gmail.com

www.psicologiapersonalizante.com

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Sobre el autor

Soy Licenciada en Psicología y desarrollo mi trabajo en una consulta privada. Mi vocación desde joven ha sido la psicología, y a través de ella he buscado comprender a los demás y a mí misma. Desde ese trabajo interior, intento que lo que transmito sea un reflejo de aquello en lo que creo y que me sirve a mi. Me siento siempre en búsqueda, abierta a aprender de todo aquello que me haga crecer como persona. Y creo que lo que se vive como vocación no es sólo patrimonio mío sino que puede servir a los demás.


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