¡Cuántas veces te has sentido egoísta por pensar en ti mismo! Cuando lo que tú querías eras dejar de agradar a los demás y tenerte en cuenta…
Escucharte y sentir que no quieres darlo todo a cambio de migajas, que quieres dejar de dar oportunidades a quien no las aprovecha, sabiendo que no te van a tratar mejor por muy agradable que seas.
Nadie escarmienta en cabeza ajena.
Has aprendido que no puedes cambiar a nadie por mucha paciencia y comprensión que le des.
Que en el camino de anteponer al otro, vas dejando de ser tú. Tanto agradar al otro, ya no sabes quién eres y lo que necesitas.
Te anulas.
Te agotas.
El amor incondicional que aprendiste era una trampa en la que caíste porque abriste la puerta al, perdono todo, comprendo todo, con tal de no quedarme solo.
No estás solo pero…te dejaste solo.
Te fuiste de ti mismo.
Ahora quieres que te quieran, sí, pero no a costa de dejar de quererte a ti mismo, de no poder reconocer tu cara reflejada en el espejo.
Ahora quieres conocerte, ir haciendo tu propio camino hecho de tus pisadas.
Sólo las tuyas.
Nadie puede vivir por ti.
Quieres amar y quieres que te amen, pero no incondicionalmente.
Recíprocamente.
No como una balanza perfectamente nivelada, sino como unas manos que se abren, dan y reciben. Los dos.
Eso es amor.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com
www.psicologiapersonalizante.com