Todos tenemos tendencia a revisionar nuestra vida pasada, como quien contempla la película, imagen por imagen, de nuestra vida. He aquí un ejemplo.
“Hay tantos momentos de mi vida que hubiera preferido que hubiesen sido de otra manera, que me hubiesen aportado menos sufrimiento del que me dieron o que, simplemente, no existieran.
No puedo cambiar el pasado. Me duele recordar lo que hice mal o lo que fueron unas malas decisiones de mi vida. A veces, quisiera volver a empezar y cambiar todas aquellas equivocaciones.
Pero no quiero vivir martirizándome. Me doy cuenta de que he podido pedir perdón a quien hice daño, pero seguir, con el paso del tiempo, culpabilizándome de la falta cometida. Por eso, necesito perdonarme a mí misma para no cargar con el peso de la culpa. Necesito reconciliarme conmigo misma para sentirme en paz.
Tengo derecho a estar en paz en mi interior, porque no es la paz de los satisfechos con su egoísmo, que tranquilizan su conciencia para no cuestionarse nada. No es la paz de los cementerios.
Mi paz es el resultado de un encuentro sincero conmigo mismo, con humildad, reconociendo mis faltas para darme el perdón que ansío, para darme un abrazo sincero de cariño. Mi paz no es de autosatisfacción sino de sanación.
Prefiero ahora no volver la vista atrás, para estar en el presente aprendiendo de todo lo vivido. Porque la historia de mi vida quiere que yo me reconcilie con ella dándome un bagaje de aprendizaje. Para que diga, esto lo viví y aprendí de ello.Y eso que aprendí es de lo que puedo estar orgulloso, mi propia historia.
Quiero liberarme del pasado, porque mis huellas las borró la arena y el agua del mar. Limpió mi vida, sanó mi alma y me dio fuerzas para vivir sintiendo que aprendo de todo ello. Y eso que aprendo es de lo que me enorgullezco. Merece la pena vivir sólo por aprender.
Y ahora, hago camino al andar, con mis pisadas lo más conscientes posibles, lo más amorosas posibles, en un abrazo… a mí mismo.”
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com