Con el cuerpo, sólo vamos al médico cuando el dolor se hace presente. Afectivamente hablando, sólo se curan las heridas que previamente reconocemos.
Quisieras, a veces, no sentir para no sufrir, pero el sentimiento guardado vuelve una y otra vez a tu consciencia, haciéndose notar.
Necesitas tomar consciencia de lo que te duele, para así poderlo sanar
No puedes mirar a otra parte como si no existiera porque sólo consigues reprimir lo que pugna por salir. Tampoco puedes luchar para que desaparezca porque sólo pones tensión en tu vida. Estas son las dos maneras de poner inconsciencia en tu vida diaria.
Necesitas sentir lo doloroso para, tomando conciencia de él, liberarte de la carga de dolor que conlleva y poder vivir con otra libertad interior.
Sentir el dolor es inevitable, forma parte del camino de sanación. Llorar, sacar la rabia, liberar la culpa, forman parte del proceso de tomar conciencia de las heridas existentes y, de esta manera, curar el trauma.
No es un proceso agradable el tomar conciencia de lo que duele, pero sirve para “desatascar” las tuberías afectivas y liberarte de la tensión que estaba retenida.
No tengas miedo a sentir, porque sólo se sana lo que se siente, lo que se vive en las propias entrañas, en el propio cuerpo y no desde la cabeza.
Sentir no es malo aunque duela, porque el dolor es un recordatorio de la experiencia vivida y no puedes renunciar a ella porque forma parte de tu historia. No puedes utilizar “una goma de borrar en tu vivencia” porque lo vivido sirve para aprender de todo ello y así creces como persona.
Reconocer, dar nombre, expresar, forman parte de la toma de conciencia. Parar, reposar y sentir son las claves del proceso de sanación Parar para coger un tiempo para uno mismo, reposar lo vivido para dejar que emerja aquello de lo que tengas que darte cuenta, y sentir para acoger lo vivido dándole espacio dentro de ti.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
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