He caminado hace unos días por la ciudad envuelta en niebla. Observando el paisaje tan hermoso, me surgían metáforas de la vida.

Sentía cómo pasamos por etapas en nuestra vida en las que no sabemos muy bien por dónde vamos. Caminamos a tientas, por cierta oscuridad, sin tener a la vista las señales del camino. Y no por eso dejamos de caminar.

Estamos acostumbrados a ir controlando el terreno, seguros del camino que pisamos, sintiéndonos “protagonistas” de nuestra propia vida en la que yo decido, elijo y nada sale del espacio y lugar que le corresponde.

Pero hay momentos en que las cosas van cambiando, lo que sentimos, lo que hacemos nos pilla casi de improviso y nos sorprendemos de ser capaces de reaccionar de forma inusual para nosotros mismos.

Creemos firmemente que tenemos vértigo a las alturas y, sin planificarlo, nos vemos yendo a una cima del monte y bajándola entre nieve, con cierto miedo en el cuerpo, y sin ver más allá… por la niebla. ¡Bendita niebla! A veces, es mejor no ver más allá para no imaginarse que uno se despeña por la ladera.

El miedo es producto, en muchos momentos, de nuestra mente, que nos paraliza y nos bloquea impidiéndonos seguir…sólo hacia adelante, concentrándonos en nuestras pisadas, una delante de la otra.

Caminar entre niebla es aprender a no tenerlas todas contigo, pero aferrado, si cabe todavía más, al presente, a los pasos que se van dando, con la confianza puesta en uno mismo, porque la cabeza deja de funcionar y uno se sitúa directamente en el cuerpo, lugar que rara vez se suele equivocar.

La mente es traicionera, nos hace “jugarretas” con lo que podemos y no podemos hacer, con los proyectos y deseos que nos hacen correr tras ellos toda la vida, como si alcanzar “no se qué” nos diera la dicha que anhelamos.

Pasear entre niebla también es importante para no creerse que uno siempre sabe cómo comportarse, qué es lo que puedes o no hacer, qué es lo que está a tu alcance y qué no. Cuando te das cuenta de que lo mejor que puedes hacer es …callarte y dejar que cada uno aprenda de su propio camino, cuando se está preparado para aprender.

La niebla en necesaria en nuestra vida para no confiar ciegamente en lo que dice mi cabeza sobre mí, sino para ir más allá y escuchar con el cuerpo.

Caminamos entre niebla…Belén Casado Mendiluze

belencasado@terra.es