Hoy voy a hacer una cura de humildad.
No os penséis que por el hecho de ser psicóloga estoy libre de miedos, inseguridades o ansiedad. Pues no.
Me hice psicóloga por vocación; quería ayudar a los demás con sus problemas, que no se sintieran solos y sin saber qué hacer con su sufrimiento.
Aquí estoy con ese deseo, sabiendo que, a parte de formarme profesionalmente, debo saber de lo que hablo. Es decir, no sólo saber la teoría, los conocimientos de los múltiples libros y cursos recibidos, sino haber experimentado en carne propia algo de lo que hablo.
Una no ha pasado, lógicamente, por todos los problemas imaginables, pero sí he tenido que lidiar con mis “noches oscuras”, o mi “no sé qué hacer con todo esto”.
Y llegados a este punto, salen los consabidos comentarios: “¿cómo puedes ayudar a los demás si tú también has estado mal?”,”si eres psicóloga, cúrate a ti misma”. Como si yo no necesitara de los demás, de su apoyo y consuelo. Como si me bastara a mí misma. Pues no.
Precisamente porque sé lo que es sentir el malestar, atravesarlo con mejor o peor fortuna, puedo saber cómo ayudar a los demás; porque me interesa profundamente el “alma humana”, si puede decirse así.
Se piensa que los psicólogos somos “semi-dioses”, personas con soluciones para todo y que siempre estamos bien; cuando, muchas veces, hace falta pasar una crisis para salir fortalecido de ella, aunque duela; y os aseguro que puede doler y mucho.
Pues bueno, llegadas a estas horas tardías de la noche, terminado mi trabajo, creyendo que no voy a tener inspiración para escribir sobre nada, me ha salido esto.
Espero que os guste, porque está hecho con el corazón.
Continúo seguro, seguro…Belén Casado Mendiluce