Esa fue una pintada que vi hace poco en la calle y pensé : ¡qué razón! Y no puede evitarse que duela. No puedes evitar que duela la falta de relación familiar, o que los amigos ya no cuenten contigo como antes, o que haya personas que prefieran desaparecer del mapa que solucionar los problemas que tienen con uno. En fin, como la vida misma.
¿Por qué algunos aparentemente son felices llevando su vida con más o menos rutina? ¿Por qué otros parecen que se “complican” y sufren con mucha sensibilidad por todo? Las apariencias engañan.
No hay que renunciar a ser como uno es. Por lo que sea – es otro tema aparte – hay personas que han desarrollado más la capacidad de observación, cierta sensibilidad para las cosas propias y ajenas y también -va en el mismo lote- más tendencia a sufrir.” ¿Por qué me tengo que agobiar por esto si a fulanito parece que le da igual?, ¿por qué no puedo ser como él?, ya me gustaría sufrir menos en la vida”. Pues no es posible.
Cuando uno aprende a andar en bicicleta, aprendes y ya está, no puedes volver atrás y hacer como si no supieras. Cuando se está más despierto y más consciente en la vida, ya no te vale lo que te valía antes.
Si te conformabas con tener a alguien al lado que te hiciera compañía, ahora quieres que ese alguien te tenga en cuenta y no te trate con la indiferencia del mueble de casa. Has despertado, de alguna manera, y ya no puedes volver atrás.
Y vaya por delante que no escribo aquí de unas personas mejores que otras ni entro a juzgar cómo vive cada cual, pero no da igual lo que se aprende en esta vida.
Claro que, aprendiendo a andar en bicicleta, después de que te han quitado las dos ruedecitas de atrás que te servían de apoyo, se experimenta como un gran logro saber andar sola, una sensación de libertad acompañada de una alegría por el triunfo conseguido, pero también da vértigo la velocidad que se puede alcanzar y que no siempre puedes controlar.
Quien, por ejemplo, habiéndose divorciado después de 20 años de matrimonio experimenta una sensación de liberación, un volver a nacer, también experimentará un mayor miedo a la soledad e incertidumbre sobre el futuro. Todo ello conlleva cierto sufrimiento porque la persona se ha hecho más sensible a la vida. Pero ya no se puede volver atrás.
De manera que la vida duele, sí, pero sintámonos orgullosos del camino andado aunque cueste “ sangre, sudor y lágrimas” porque ningún despertar personal se hizo sin que te cegara la luz. Y cuando vuelves a abrir los ojos descubres que la vida ya no es en blanco y negro como creías, aunque ahora duela.
Seguiremos…Belén Casado Mendiluce