Ya sé que los hijos no vienen con manual de instrucciones bajo el brazo y que se apela al amor como faro que guíe nuestra conducta hacia ellos, pero cuando educamos nos sale lo mejor y lo peor de cada uno; es así.
Te sale lo mejor de ti cuando eres capaz de querer incondicionalmente a tu hijo a pesar de sus comportamientos egoístas que te hacen sentirte el último de la fila; te sale lo peor cuando pierdes los nervios con sus rabietas y pagas con él tus amarguras de pareja o del trabajo.
Porque cuando eres padre/madre comienzas a ser transparente para tu hijo, vamos, que te va a ver el plumero y de qué pie cojeas. El niño es, por naturaleza, observador y se va a dar cuenta de si mientes por quedar bien, si valoras la tranquilidad pero tienes estallidos de rabia, si te llevas bien o no con tu pareja. No importa sólo lo que le digas a tu hijo con palabras, él sabe ver si tus actos se corresponden con lo que dices: para él todo es evidente.
Por supuesto que quieres dar amor a tu hijo (aunque no todos los padres lo han expresado con la misma fortuna), pero se te pide, además, que le des contención, soporte y apoyo, ahí es nada. Que tu hijo pueda descargar en ti sus problemas cuando, a lo mejor, tú no sabes qué hacer con los tuyos propios. Que tu hija encuentre en ti una guía en los momentos de ansiedad e incertidumbre, cuando tú te puedes sentir agobiado por el peso de las preocupaciones diarias.
No pretendas dar la imagen de lo que no puedas dar en un momento dado. Mejor dile, en el lenguaje adecuado a la edad que tenga, que no te sientes bien, que ahora necesitas tranquilidad y que, más tarde, te sentirás mejor para hacerle caso. Sé sincero con él. Esa sinceridad le hace confiar a tu hijo en ti.
Sé que, en ocasiones, tienes el deseo de ser un amigo para tu hijo, más allá de alguien que pone normas y disciplinas. Pero para ser amigos, hay que estar en pie de igualdad y de madurez, haber recorrido el camino del autoconocimiento cada uno por separado para encontrarse y comunicarse sin exigencias ni reproches. Hace falta ganas y tiempo para llegar a eso.
Mientras eso llega, conténtate con intentar estar bien contigo mismo y con las personas que te rodean. A tu hijo le vas a transmitir cómo eres como persona, en qué crees aunque no lo digas, cómo vives en el día a día, mucho más que un ideal de padre que persigues y que nunca alcanzas. Tu presente y la realidad de tu vida es lo que vas a transmitir a tu hijo, tal como tú la vivas. Ser tú mismo es lo mejor que puedes hacer para ser un buen padre, tu tarea de toda la vida ¿no?
Caminamos…Belén Casado Mendiluce