Lo único capaz de salvar a un ser humano es otro ser humano. Es una frase que acabo de leer como eslogan de la campaña de una ONG. Y he pensado que es verdad porque lo que a mí más me llega es la experiencia cercana y vivencial del que da una conferencia o escribe un libro.
Cuando alguien habla de SU vida, entiendo lo que me quiere decir y sé que no busca darme una lección magistral desde sus múltiples conocimientos intelectuales sino compartir conmigo lo que a él le ha servido. Llegar a ese punto de comunicar al otro desde la sencillez y humildad de la propia vivencia me muestra que esa persona ha recorrido un camino interior.
Hace ya un tiempo que pienso que cada persona vive su vida como puede. Te puede parecer una frase obvia y evidente, pero llegar a esa conclusión sintiéndola en las tripas y no en la cabeza, es un proceso muy distinto.
Yo, por supuesto, también he vivido mi vida, con los casi 50 años que pronto cumpliré, como he podido. Y no digo esta frase como motivo de disculpa frente a las contradicciones y miedos que he tenido, para que así parezca que no me tengo que responsabilizar de los errores cometidos porque, total, como hice lo que pude…
En realidad, tomé las decisiones que tomé en mi vida cuando me encontré con la mínima claridad de mente para ver por dónde tenía que ir, y eso no fue nada premeditado ni planificado. Estoy pensando en cuando me divorcié después de 19 años de matrimonio.
Hay personas que se divorcian después de pensar esa decisión una y otra vez en la cabeza y anticipar las posibles consecuencias de haberla tomado. Incluso van ahorrando un dinero para cuando se encuentren solos y sin pareja, y que así no les pille con una mano delante y otra detrás.
Yo me separé casi de golpe, sorprendiéndome a mí misma de la decisión tomada. Sabía que era lo mejor para mí y mis hijas pero cada paso del divorcio me costó sangre, sudor y lágrimas. Me dijo un familiar, queriendo ayudarme, que para separarse había que estar fuerte. Yo no lo estaba, la verdad, y lo que me ayudó fue la ayuda de esas personas cercanas y mi fe, por qué lo voy a negar -aunque esto último te lo contaré otro día-.
Me separé cuando pude y sentí, una vez hecho efectivo el divorcio, que había vuelto a nacer, literalmente. Y, curiosamente, fueron 9 meses –como un embarazo- los que pasaron hasta que vi la luz.
Por si mi experiencia puede ayudarte, ahí queda. Ya he hablado bastante.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce