No quiero vivir dejando que la vida pase por delante de mí sin yo darme cuenta. No quiero vivir sintiendo que asumir responsabilidades es lo único que se me pide y que acabara llevando como una pesada carga. Vivir es mucho más que eso.
Vivir es…qué fácil puede ser decir palabras bonitas, así que voy a callar. Por momentos no sé lo que es vivir, sobre todo cuando estás atrapada en la vorágine de hacer cosas o cuando las preocupaciones te bloquean y no ves más allá.
No siempre encuentro respuestas a todas las preguntas, pero sé que es mejor que no me pregunte gran cosa cuando estoy alterada, que no me enrede en mi cabeza, dando vueltas a esto o aquello, porque también sé que los pensamientos pueden jugarme malas pasadas. Entonces, prefiero callar.
Creo que sé más lo que no quiero en mi vida que lo que ando buscando, aunque no siempre lo que no quiero lo pueda evitar y sólo pueda constatar, con humildad, que en el día de hoy sólo he hecho lo que he podido, no lo que me hubiera gustado.
Pero, en algún momento, puedo PARAR. No siempre soy libre para parar y darme cuenta en el momento oportuno pero, quizás por hartazgo o por agotamiento, me quedo parada y constato entonces que era la única y necesaria opción posible.
Y paro cuando dejo de seguir haciendo cosas llevada por la inercia y me voy a dar un paseo o me tumbo a descansar. Hago lo que me pide el cuerpo, que en muchos momentos es mucho más sabio que mi acelerada mente.
Paro también cuando, escuchando a ese cuerpo, reacciono ante una situación injusta que antes soportaba y en la que ahora necesito expresar mi rechazo. No sé por qué lo hago precisamente en ese momento, ya digo, quizás porque esté harta o porque esté agotada de soportar la tensión, y entonces paro para coger fuerzas para reaccionar, un impulso que me saca de la inercia.
Lo que sí sé es que no me pregunto en esos momentos si es adecuado o no lo que hago, no analizo desde mi cabeza las ventajas o inconvenientes de lo que voy a hacer, simplemente, actúo llevada por otro tipo de convencimiento que no es el mental, el convencimiento que me da la fuerza que siento en el cuerpo.
Así que cuando paro, sea para estar tranquila o para reaccionar, cojo un tiempo para escucharme desde las tripas, incluso para preguntarme qué me pasa para sentirme cómo me siento, si es que estoy desconcertada conmigo misma. Porque si me doy paciencia y comprensión, siempre surge alguna respuesta sentida en el cuerpo.
Siempre me queda la opción de parar…y a ti también.
Caminamos…Belén Casado Mendiluce
belencasadomendiluce@gmail.com